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Joaquín y Pino inauguraron el clásico

La semana del clásico la inauguraron Joaquín y Pino Zamorano, con sus respectivas exhibiciones en el Camp Nou. Con su partidazo (y su indignación posterior, muy del agrado madridista) Joaquín puede haber acabado de convencer a Florentino. Con su arbitraje-basura, Pino Zamorano no ha convencido a nadie de nada nuevo. Ya sabíamos que es una calamidad, que se coló en Primera con pufos, que la organización arbitral es lo bastante mala y descarada como para no esconderle un poquito después de su bobalicona reacción en la jugada de Javi Navarro y Arango (tarjeta amarilla) y que el Barcelona es quien más se alimenta de este sistema arbitral.

La cadena de errores arbitrales a su favor, de verdad extraordinaria, es lo que tiene al Barça tan escapado en la Liga, a despecho de las muchas y graves lesiones que ha padecido. ¿Qué significan las bajas de Puyol y Márquez, por ejemplo, frente a la tierna solidaridad de un árbitro como la copa de un Pino? Nada. Una expulsión aquí, un penaltito allá, una tarjeta de menos a este, otra de más a aquél, un descuento excesivo y se arregló el entuerto. Así va este Barça en esta Liga, con las velas de su buen juego infladas por la brisilla arbitral, continua, y convertida en fuerte ventarrón en momento en que de verdad hace falta. Como ante el Betis.

Ahora Sevilla está en un grito. El Betis se siente despojado de dos puntos que le hacen mucha falta y el Sevilla teme que Javi Navarro sea suspendido por un sistema corrupto y desautorizado, el mismo sistema que al club de Del Nido le cerró el campo por cuatro partidos y que ha permitido que el Barça se saltara a la torera el cierre del Camp Nou. Esta vez aquello del non bis in ídem y demás latinajos leguleyos con que se han defendido las decisiones recientes va a ser olvidado, porque en realidad todas esas explicaciones no fueron más que excusas para no hacer justicia sino para justificar decisiones políticas. Y en esa queja tiene razón el Sevilla.