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Collina le negó justicia al Barcelona

El Chelsea pasó en su ley. O sea, con trampa. El Barça murió en su ley. O sea, con fútbol, con calidad, con el inmenso mérito de haberse enfrentado a un rapidísimo tres a cero. Fue una pena, porque un partido así podría haber clasificado a uno o a otro pero no merecía que la sentencia final llegara con un gol de trampa. Y el cuarto gol, el que decidió, entró porque Carvalho agarró a Víctor Valdés y le impidió ir a por un balón que pienso que hubiera parado. El linier lo vio y se quedó en su sitio, con el banderín levantado. Pero Collina, en su único fallo de la noche, prefirió hacerle señales con el brazo para que desistiera de su actitud. Y dio el gol.

Estos son los grandes árbitros: los que evitan líos. ¿No ven que en la Champions nunca hay jaleos? Eso obedece a una explicación sencilla: los árbitros tienen la habilidad de evitarlos. Son caseros y en caso de duda, nada de líos: a barrer para el de casa. Una cosa es pitar un penalti por mano clara y necia cuando las cosas están aún tres a cero y otra anular al equipo de casa el gol que le clasifica, a pocos minutos ya del final de un partido trepidante. Para casos así son estos árbitros de buena vista y largo recorrido, cuyo oficio se ha transformado con los años en instinto. Seguro que luego Collina le dijo a su linier. "Chico, ¿tú de qué vas? Así no se hace carrera."

En fin, esto no es como las películas de vaqueros, en las que siempre gana el bueno. Aquí ganó el malo, Mourinho, cuyo gesto de celebración me resultó tan irritante como todo en él. Pero Mourinho ganó porque el sheriff incumplió con su noble obligación de dictar justicia. Y a nosotros sólo nos queda aplaudir el enorme mérito del Barça, saborear la categoría del partido y volver la mirada hacia Turín. Allí las perspectivas son mejores, porque el resultado de la ida es mejor y porque Ronie ha recuperado la sonrisa y los goles, que en él son una misma cosa. Y pase lo que pase, algo se puede dar por seguro: será otro partidazo.