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La madre de todas las transgresiones

Recuerdo que hace muchos años cierto jugador del Madrid (uno de los importantes) se casó en plena temporada. La semana de un Madrid-Barça, por más señas. Aquello extrañó tanto que un periodista bicho se vio en la obligación de inventarse la explicación de que se casaba de penalti. Con los años supe que no era así. Ocurrió que al suegro (al futuro suegro) se le había detectado una enfermedad grave. El jugador y su novia anticiparon la boda, prevista para el verano, a fin de que él la alcanzara aún en vida. La explicación se mantuvo en secreto, por la discreción que entonces era de uso social para cualquier cuestión privada.

Y es que, claro, no era normal que un jugador se casara en plena temporada. ¿Lo es ahora? Los tiempos han cambiado mucho, pero aún así choca la facilidad con que el club digiere el soberbio guateque que Ronaldo organiza en honor a su prometida. No es una boda exactamente, porque ninguno de los dos tiene aún los papeles de divorcio y allí no habrá cura, ni juez, ni alcalde ni nadie que los case. Pero sí estarán sus amigos y los de ella, sus compañeros de plantilla y el club en pleno, con el presidente a la cabeza. Un chocante respaldo institucional a una fiesta privada, un alarde de amor y de lujo, hermoso pero inoportuno.

Inoportuno porque el Madrid juega hoy en Pamplona y ocho días después de la cuasiboda, contra la Juve. Un vaivén tan brutal de todo el club en estas fechas sólo podía provocarlo Ronaldo, ese hombre feliz que lleva impreso en el alma aquel lema hippy de haz el amor y no la guerra. Desde el punto de vista futbolístico (interrupción de la temporada en fechas dramáticas) y social (un moralista bien podría tildar la fiesta de exaltación pagana del amor libre) es la madre de todas las transgresiones. Pero es un homenaje a San Valentín, es un día feliz en el que un hombre bueno quiere compartir su felicidad con sus amigos. ¿Podemos reprochárselo?