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El zapatazo del Atlético en el Camp Nou

Confieso que no lo esperaba, a pesar de lo muy presente que tengo el gusto del Atlético por la subversión de los pronósticos. Pero veía que llegábamos al partido del Camp Nou con un Barça sólido, recuperado de sus males de diciembre, y con un Atlético en fase de desconcierto. Ferrando malhumorado y Torres perdido en declaraciones extraviadas. Pero llegó el partido y todo fue de otra manera. El Atlético llegó con un plan, el gol fulminante del Niño favoreció ese plan y luego lo supo llevar a cabo perfectamente. Dio un curso de defensa y contraataque, forzó a Víctor Valdés a trabajo más difícil que el de Leo Franco y ganó guapamente.

Hay un poso grande en el Atlético. El fútbol mayor le estimula, lo mismo a él que al Niño Torres, esa joya inquieta. Ya se vio ante el Madrid, partido en el que el Atlético también fue grande. Si perdió 0-3 en lugar de ganar 3-0, como mereció, fue porque el fútbol y Casillas son así. Pero desplegó todo su empaque de equipo grande, empujado por el potencial de su historia, que sigue ahí. Lo mismo en el Camp Nou. Rival enorme, escenario enorme... y desempeño enorme del Atlético. ¿Por qué en ocasiones no tan solemnes se empequeñece tanto? Sin duda porque siente que esos son sus partidos, que esos desafíos sí le cuadran.

Pero estar entre los grandes con un papel protagonista exige mandar también en los partidos menores, y ganarlos. No vale dejar lo mejor de uno sólo para las grandes tardes y las grandes noches, porque eso te relega al papel de juez en discordias ajenas. Y así ocurre, que esa victoria del Camp Nou le ofrece en el fondo mayor provecho al Madrid (como temía y detestaba Manolete) que el propio Atlético, que ha conseguido, sí, ponerse algo más cómodo en la zona media, pero sólo eso. Y ahora los ojos vuelven arriba, donde el Barça añora los trece puntos con que se fue de vacaciones en Navidad, convertidos ya sólo en cuatro.