A vueltas con el sistema de designación

Lo anunció en estas páginas Juan Manuel Gascón hace pocos días: el ordenador está sentenciado. Me refiero al ordenador que designa a los árbitros, método que se pretendía ciego e incontaminado, pero que tampoco ha convencido. En principio, mucha gente se ha resistido a creerlo, por la resistencia de la Federación a anunciar a largo plazo las designaciones del robot. Una resistencia que la Federación explica por la posibilidad de que se produzcan bajas por enfermedad, para cuyo caso el ordenador prevé suplencias no muy definidas. Ese resquicio ha bastado para sembrar la duda en la incansable suspicacia del aficionado.

Ahora se piensa en un sistema de designación, quizá por un comité compuesto por tres personas: una de la Federación, otra de la Liga y una tercera consensuada. Pedro Martín, nuestro árbitro particular, me defendía ayer el sistema del ordenador, que data ya de hace nueve años, con un argumento incontestable: "Con ese sistema, sólo hay polémica con el árbitro; con designación, hay polémica con el árbitro y con el que lo designa". Es verdad. El ordenador elimina un elemento de sospecha, un factor de irritación. Recuerdo aquel viejo dicho victimista del Barça: "Mientras Plaza designe los árbitros, el Barcelona no ganará una Liga".

Sin embargo, hay también argumentos en defensa de la designación. Hay momentos de mejor o peor forma de árbitros; hay árbitros debutantes, poco hechos, a los que conviene cuidar en las dos primeras temporadas; hay situaciones recientes que reviven en la memoria de los aficionados y condicionan a estos ante la reaparición de determinado árbitro en sus vidas... Hay razones para defender que una designación bien meditada ofrece ventajas. Pero, ¿dónde están los tres hombres justos e inteligentes capaces de salir sin sospecha tras un arbitraje como el de Losantos en el Madrid-Zaragoza? Los que se atrevan, que levanten el dedo.