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La eliminatoria más fea de esta Copa

Atravesamos los octavos de final de la Copa, la fase más gris de esta competición. Ya quedan atrás esos miércoles vibrantes de eliminatorias a partido único, en campo del modesto, con la radio crepitando prórrogas, penaltis, eliminados ilustres y héroes imprevistos. De jornaleros de la gloria a los que ese día se les permite ejercer el derecho a su cuarto de hora de gloria en la vida, una entrevista en El Larguero, en la que contar su gol marcado al Barça o sus penaltis parados al Valencia. Y todavía no estamos en las semifinales, que concentran equipos fuertes que sienten en sus venas la ambición del premio, ya próximo de la final.

Ahora estamos en unos octavos a los que este sistema condena. Partidos a ida y vuelta, con el agravante de que el de ida es en el campo del menor, de manera que las posibilidades deportivas de este menguan. Ya sé que se hace con la buena intención de ofrecerles una mejor taquilla, improbable en el caso de haber sufrido una goleada en un eventual partido de ida en el campo del grande. Pero es que encima por menos de nada el grande de turno (caso del Madrid en Valladolid) va con el carro del pescado y ni taquilla ni nada. A estas alturas de la temporada casi nadie quiere poner la carne en el asador en la Copa. Todos ahorran para la Liga.

Los cuartos quizá sean otra cosa algo mejor, aunque no mucho. La selección natural ofrecerá duelos más interesantes. Pero la experiencia de estos años aconseja prolongar el partido único más tiempo, quizás hasta las semifinales. Este espectáculo de competición disputada a desgana no es bueno para nadie. Con octavos y cuartos a un partido ganaríamos dos fechas y algo más: interés y emoción para esta competición, cuya gracia principal es justamente la irreversibilidad de sus sentencias. En su día fue difícil imponer las eliminatorias únicas en los primeros tramos. Ahora no lo sería tanto extenderlas algo más. Anímense.