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Napoleón quería generales con suerte

Poco a poco el Madrid sigue recomponiendo el tipo. Se vio por detrás por un bonito gol de Villa y sin prisa y sin pausa le dio la vuelta al partido, hasta completar un marcador honorable, que le asegura los puntos para seguir la estela del Barça y le deja en ventaja para el segundo puesto. Claro, que todo eso lo emborrona el arbitraje de Losantos Omar, de cuyo reparto de errores de bulto salió peor librado el Zaragoza por el fuera de juego del segundo gol, tan clamoroso como rara vez se ve. Y también puede quejarse el Zaragoza de que no fuera expulsado Figo (ni siquiera fue amonestado) por su horrorosa entrada a César Jiménez.

¿Suficiente para poner en solfa la reacción del Madrid? Quizá. Pero el que quiera quedarse con la botella medio llena puede pensar que algo de Vanderlei se va viendo. Roberto Carlos va mejorando, el equipo presiona arriba con buena disposición, las líneas se juntan, hay cierto espíritu de grupo. Para los días que lleva no se le puede pedir mucho más que lo que ha puesto, a lo que hay que añadir la buena estrella. Buena estrella para que la Real saliera despistada el día de los seis minutos, buena estrella para que Torres mandara tantos goles al limbo en el Calderón, buena estrella para que el linier se comiera el fuera de juego de ayer.

Pero si tiene buena estrella no se lo vamos reprochar. Napoleón elegía a sus generales por su buena suerte, aparte de otros dones. Ahora, además de suerte, tiene un jugador más, Gravesen, que ha caído en gracia. Es una especie de Stielike cruzado en Spasic, con la personalidad del primero y la vis cómica del segundo, condiciones que juntas las dos, han cautivado de antemano al Bernabéu. Jugó clavado en el medio centro, como le pidió Vanderlei con una gestualidad esmerada y ahí cortó, tocó y mostró buen criterio. El Madrid no es una obra perfecta, ni mucho menos, pero se mueve. Ahora falta ver qué pasará cuando estén todos.