Aquellos cinco goles de San Siro

Aquellos cinco goles de San Siro

La admiración que Ruud Gullit profesa por Arrigo Sacchi es proporcional a la confianza que el ahora director de fútbol madridista tenía depositada en el actual entrenador del Feyenoord durante la exitosa etapa de ambos en el Milán, el uno como entrenador, el otro como jugador. En aquel equipo rossonero plagado de estrellas, la prolongación del Sacchi en el campo no Baresi, ni Ancelotti, ni Rijkaard, ni Van Basten, ni un entonces jovencísimo Maldini... La correa transmisora de las órdenes del técnico era Gullit, que nunca ha ocultado que se tiene por hijo futbolístico suyo.

Hay una anécdota que resume esa especial relación que mantenían en el Milán Sacchi y Gullit. Dada la altura y la envergadura del centrocampista holandés, Sacchi dispuso que fuera él siempre el primero en salir por el túnel de vestuarios y que, antes de pisar el césped, mirara fijamente a los ojos a todos los componentes del equipo rival. Si había mayoría que no aguantaba la mirada de Gullit, ese día ganaba el Milán sin grandes problemas. Era una treta psicológica que les daba muy buenos resultados. Por ejemplo, en las semifinales de la Copa de Europa de la temporada 88-89, cuando el Milán destrozó al Real Madrid de la Quinta del Buitre.

Aquella ominosa noche para el madridismo, Gullit hizo lo que hacía usualmente: miró con fijeza a los ojos de los once jugadores blancos antes de pisar la hierba de San Siro. Camino del banquillo, Sacchi le preguntó: "¿Cuántos han bajado la mirada?". Gullit, con una indisimulable sonrisa, contestó: "Todos, menos uno". Ése uno era Hugo Sánchez; los demás salieron al campo derrotados de antemano. Y se llevaron cinco goles.