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Queda declarado el estado de optimismo

Bueno, pues ya lo sabemos: en seis minutos cabe bastante fútbol. Caben cuatro ocasiones, un penalti, un gol, dos cambios y una emoción sin límites. El fino olfato del aficionado lo había detectado de antemano, y de ahí que tantos se acercaran al Bernabéu al reclamo de este miniencuentro. Ninguno lo habrá lamentado. El Madrid salió en tromba, sin reserva ni táctica ni física, en busca de esos dos puntos que estaban en vilo. La gran diferencia fue que el Madrid salió convencido de que aquello le podría servir, y la Real,no. La Real vino con la idea de dejar pasar el tiempo, arrancó sin emoción, sin entusiasmo, y se encontró un vendaval.

Ese vendaval produjo en poco tiempo un pase al hueco que casi alcanza Beckham, un balón bajado de cabeza por Raúl que no pilló Morientes por poco, un disparo de Raúl desde el borde del área, repelido por un defensa, seguido de pase al hueco a Morientes que concluye en remate de éste atrapado por Riesgo, y finalmente el penalti y el gol. Espléndido lanzamiento de Guti a Ronaldo, que controla el balón y se mete con él en el área. Una vez ahí, Labaka era hombre al agua: la clásica bicicleta, la clásica patada al bulto y el penalti. Tiro colocado de Zidane, no muy fuerte, a asegurar; Riesgo que lo ve, lo busca y no llega. Gol y tres puntos.

El resto fue gloria para Luxa, que entretuvo los dos minutos que quedaban con sus cambios. La Real se comió los puños de impotencia. No consiguió poner en acción a Casillas. Vino sin fe y su estado de ánimo final quedó reflejado en la cara atónita de Amorrortu. Un viaje largo en plenas fiestas para perder un punto en seis minutos. Para el Madrid, lo contrario: dos puntos sin moverse de casa, una exhibición de fuego en el cuerpo, en el alma y en la grada y amplio crédito para el nuevo. Claro que ya dijo Luxa que eran sólo seis minutos, que no siempre se puede jugar así. Pero de momento queda oficialmente declarado el estado de optimismo.