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Ronaldo arrastró al equipo y al marcador

El Roma lo puso fácil y el Madrid lo aprovechó, pero dejó tras de sí poco más que el resultado. Dada la dramática necesidad de victoria se hubiera podido esperar del equipo algo más de interés, de esfuerzo, de intensidad. Pero no los hubo. Los puso, sí, Ronaldo, que arrastró al equipo y al marcador, haciendo gala de una responsabilidad propia de jugador que se sabe ídolo y elemento decisivo y que es consciente de que en las grandes ocasiones se le necesita. Insistió en el desmarque y en el remate. Y la jugada que provocó el penalti (y el segundo gol) fue un prodigio de arrojo, encarando a cuatro defensas rivales, decidido a marcar o morir en el empeño.

No todos lo hicieron, desde luego, y al partido le faltó vibración por eso. Y porque faltaba público. Y porque este equipo puede elaborar académicamente si tiene frente a sí a un rival débil y casi entregado, como el de anoche, pero lo que ya no tiene es juego por las bandas. Algo le queda a Figo, que es útil más por personalidad y presencia que por sus desbordes; apenas nada le queda ya a Roberto Carlos, cuya velocidad (que no su voluntad) se ha ido para no volver. Sin eso el Madrid se mueve con empaque pero sólo hay verdadero peligro cuando alguien lanza un balón largo a Ronie. O cuando una de tantas jugadas de difícil precisión que intentan sale bien.

Pero el caso es que el Madrid sigue ahí y que no va a reencontrarse con la Champions hasta finales de febrero. No habrá más alineaciones como la de Villarreal. En la liga, la persistente regularidad con que el Barça sufre lesiones abre las puertas a cualquier esperanza. Y ahí está la Copa, otra baza abierta. Y las calles se encienden de bombillas y suenan los villancicos. ¿Ciclo? Ya habrá tiempo para pensar en eso. De momento se permiten dudas. Y más viendo lo que le ocurre al Depor, que se va de esta competición sin marcar un gol y con nueve encajados. Eso sí que huele a fin de ciclo, y bien que nos pesa a todos. Han sido unos años gloriosos. ¿Volverán?