Consejero Delegado para el Fútbol Sala

Subcampeones del Mundo en Barcelona-96, campeones del Mundo en Tegucigalpa-00, campeones del Mundo en Taipei-04. Y también subcampeones de Europa en Granada-99, campeones de Europa en Moscú-01 y subcampeones de Europa en Caserta-03. Ese es el nivel del fútbol sala español, que esta vez ha tenido la mala fortuna de que su nuevo éxito coincidiera con la Ensaladera ganada a los Estados Unidos en la exultante Sevilla. Eso y una cierta fatiga del éxito han puesto sordina a este nuevo título mundial, conseguido con un equipo ya en renovación, lo que añade mérito a la hazaña. Este es otro deporte en el que España pisa serio.

Y no es un deporte menor, aunque aún tendamos a verlo así, como una especie de fútbol de agua dulce, fútbol para niños o para jubilados. Es un deporte que viene del fútbol pero que ha tenido su propio desarrollo, que tiene muchísimos federados en éste y en otros países y que ha conseguido su fisonomía propia. Su lucha ahora es convertirse en deporte olímpico. Lo tiene difícil, porque el COI ha decretado una especie de numerus clausus y considera que hasta que no salgan algunos no pueden entrar otros. Que en una misma ciudad y en un mismo mes no caben más deportes ni más deportistas. Pero el fútbol sala está de los primeros en la cola.

Y también en España merece mayor consideración por parte de las instituciones, particularmente la Federación de Fútbol, que lo tiene como un apéndice menor y lo gestiona mediante un comité a cargo de Alberto Vilar, presidente de la Cántabra (el de los bañadores), con el que el fútbol sala no está a gusto. Tan es así, que votó mayoritariamente a Gerardo González, en la esperanza de cambiar su situación. El fútbol sala reclama un Consejero Delegado en la Federación. Ahora que Javier Lozano deja el puesto de seleccionador, tienen la persona ideal para atender esa petición. Sería bueno. Y no puede decirse que no se lo merezca.