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Moyá, Ferrero y las dos Davis ganadas

El hombre del día fue Moyá, a quien Roddick duró tres sets. Imposible no reflexionar sobre cómo han tratado esta final y la del 2000 a Moyá y a Ferrero. En el 2000, frente a Australia, Moyá venía de un largo problema en la espalda que le apartó del equipo. Fue inscrito como quinto jugador, es decir, suplente. Ferrero, a su vez, tuvo que coger la responsabilidad máxima porque Corretja, el número uno del equipo, no se sintió bien, se echó atrás y se reservó para el doble, con López Balcells. Ferrero ganó sus dos individuales y fue el héroe. España ganó con sus dos puntos y el del doble. Corretja izó a hombros a Ferrero. Moyá lo miró todo con melancolía.

Esta vez Moyá sí estaba en plenitud y al que la gran ocasión ha pillado en pleno bache ha sido a Ferrero. Moyá, con su seguridad de transatlántico bien pilotado, ha ganado sus dos individuales. Ferrero, el héroe de 2000, fue relegado en favor de Nadal, cuya victoria ante Roddick el viernes fue el momento vibrante de la final. Al bueno de Ferrero le tocó el mal trago de compartir la derrota en dobles con Robredo. Ayer hubiera podido jugar el último partido, compensarse ganando quizá un cuarto punto para España, pero no estaba de ánimo. Le tocó, como a Moyá, mirarlo todo con melancolía. Es su equipo, sí, pero esta vez la gloria la protagonizaron otros.

Esto es lo verdaderamente grande del deporte: coloca al individuo ante situaciones límite, obliga a los elegidos a mostrar su temple una y otra vez. Su excelencia técnica y física, pero también la excelencia de su condición humana. Su capacidad para estar en las buenas y en las malas, para ocupar sin miedo el primer plano, para cederlo sin rencor cuando es necesario. Y esto es también lo grande del tenis español, que produce figuras a un ritmo de vértigo. Ferrero, Costa, Corretja y López Balcells ganaron en el 2000. Ahora, sólo cinco años después, han sido Moyá, Nadal, Ferrero y Robredo. Tanta calidad pone al equipo a salvo de baches ocasionales.