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Asalto final al búnker de Las Rozas

En Las Rozas, el búnker de Villar y su frívola cuadrilla de turistas imputados recibe un ataque con lanzallamas. Gerardo González ha trabajado mucho estos meses. Conocía las teclas a tocar y las ha ido tocando. Ha ido de menos a más. Comenzó con pocos apoyos y con otra candidatura, la de Martínez Retamero, que podía dividir el voto. Pero ambos se unieron a tiempo y su avance ha sido cada vez más perceptible. En los últimos días incluso se ha producido un visible efecto dominó, y colectivos tan importantes como el de los clubes profesionales, el fútbol sala o la Federación Catalana han anunciado expresamente su apoyo al cambio.

Un cambio necesario, como les explicaba ayer, aunque dramático para la red de intereses creados por el Villarato. Ahí hay mucha gente chupando del bote. Anoche cenaban en un hotel madrileño de Gaspart, ideólogo de ese grupo que me imagino ya terminal, en busca de unos últimos apoyos, de alguna idea que les mantenga en el puesto. La última denuncia contra ellos es que acaban de contratar a una empresa informática para hacer que las cuentas y otras informaciones confidenciales de la Federación sólo sean accesibles a usuarios privilegiados. Una decisión de última hora que viene a abonar la impresión de que no se sienten seguros.

Se suele decir que Gerardo González ha sido durante años parte de ese búnker, y es así. Pero fue ese mismo búnker quien le expulsó, harto de sus denuncias internas. (Todo empezó cuando Juan Padrón se empeñó en que resultara impune una alineación indebida del Tenerife ante el Leganés). Desde su salida, ha corrido mucha información comprometedora, que ha dado lugar a las imputaciones y a la aparición de Anticorrupción. Lo que no ha salido es nada comprometedor contra él, señal de que no había gatuperios en su gestión. Y eso es algo que tiene el mayor mérito si se piensa que en aquel ambiente era fácil corromperse.