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De la calma chicha a la tormenta

Durante una larga fase de la segunda parte el Madrid desencadenó una tormenta. Zidane y Guti manejaban con sentido, sin prisa y sin pausa. Figo probaba por la izquierda y resultaba. Raúl bullía por en medio, amenazante. Morientes ganaba los centros altos. Ronaldo intimidaba por presencia. Roberto Carlos aparecía por su banda, para combinar bien con Figo o Zidane. El Bayer se encajonó y las ocasiones se sucedieron. Un fallo increíble de Morientes, un rebote de Ronaldo al palo, un paradón de Butt a tiro de Roberto Carlos, tres balones que se encuentra, un gol precioso, indefendible... y un penalti a la bicicleta de Zidane, que para Butt.

Eso fue. Ahí estuvo el partido y la clasificación. Un rato para golear que se quedó en un gol. Esa es la cara buena de la noche, con un equipo entregado y un público confiando. Pero no debe llevar a engaño. Primero, el Bayer Leverkusen es el décimo de la liga alemana. Luego, que para llegar a eso hubo que transitar por una primera parte horrorosa, con un Madrid malo, perezoso, con regañinas entre los compañeros, con las bandas olvidadas y, de nuevo, con gran inseguridad defensiva. La fenomenal zurda de Kryznowek encontró tres ocasiones de remate, que se escaparon fuera. Y cayó un gol en la enésima cantada de Samuel.

Sí, el Madrid mereció más en la segunda parte, pero el estropicio en la primera pudo ser mayor. Y el equipo sólo se esmeró cuando se vio en estado de urgencia, eliminado de la Champions con el 0-1, a tres días de caer con estrépito en Barcelona y con el público de uñas. Esa actitud de reserva disgusta al Bernabéu, que exige entrega constante, en las buenas y en las malas, y cuando la encuentra lo perdona todo. La encontró en el segundo tiempo, pero no alcanzó más que para mantener la esperanza de seguir. Nada remota, es cierto, pero a estas horas el Madrid debería estar respirando tranquilidad. Y la está perdiendo. Y la temporada es larga.