Otra vez Guti. Me dicen que Luis está pensando en convocarle para el partido contra Inglaterra, que será el número quinientos según las cuentas de la Federación, el quinientos bis según las de Salazar, que ya las ha expuesto en este periódico. Una ocasión de tronío para el regreso de un jugador singular, cuya calidad todos aplauden, pero que arrastra una leyenda de rebelde sin causa, en parte cultivada por él, que lastra su carrera. En cierto modo, aún es una promesa y eso que es de una promoción anterior a Raúl, que ha quemado tantos records que habíamos llegado a temer que le haya dado la vuelta al cuentakilómetros. Y Guti, aún en rodaje.

Pero es admirable su capacidad de resurrección. En este Madrid de García Remón, apuesta romántica por el fútbol de ataque, se ha convertido en el elemento más estable y más fiable del grupo. Tenido por un media punta díscolo y con apagones de atención, se ha aplicado al juego del mediocentro clásico: guardar la posición, quitar, jugar sin riesgo, entregar bien. En torno a él gira este equipo de diseño discutido, con los laterales en tres cilindros, con Samuel sin adaptar, con un Zidane que se nos desploma, con un Ronaldo al que se le ha mojado la pólvora... Pero en medio de toda esa confusión luce la claridad y el sacrificio de un jugador siempre nuevo: Guti.

Y es curioso: mientras, todos le estamos buscando medio centro al Madrid. Mascherano, Gerrard, Van Bommel. No sé si Guti se ha hecho daño a sí mismo, pero lo que sí es seguro es que el destino no le ha ayudado. A medida que ha ido encontrando un lugar en el equipo, ha aparecido un galáctico para quitárselo: Zidane, Ronaldo, Beckham... Una y otra vez ha perdido el sitio y una y otra vez se ha acomodado en otro lugar. Ahora está haciendo un esfuerzo feliz de adaptación a un puesto difícil, que exige trabajo y prohíbe descuidos. Me parece admirable. Y me parece bien que se le abran las puertas de una selección confusa. Quizá ahí también sea él la solución.