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Empaque en el juego y orgullo en el alma

Este Madrid me recuerda cada vez más al primero que vi, el del distefanismo tardío. Jugadores de clase, elegantes, con talento superior... pero lentos. Aplastados por el peso de los años. Capaces de controlar el juego y el balón, pero incapaces de meterle velocidad al juego. Mental sí, a veces, aunque no muchas. Física nunca, porque no hay velocidad en piernas que en otros momentos la tuvieron. Los laterales son lentos, los extremos son lentos, los centrocampistas son lentos. Ronaldo y Owen no lo son, o al menos podemos pensar que no, pero el ritmo de una flota lo marcan los barcos más lentos. Los rápidos tienen que esperarles.

Pero hay un empaque en el juego y queda orgullo en el alma. Al menos para ciertas ocasiones. Ayer se jugaba el Madrid la presencia en la Champions y salió dispuesto. Desde la alineación inicial, con los jugones, hasta la disposición de todos. El Madrid se plantó en el campo contrario y empezó a tocar y a tocar. Sin ruptura por velocidad, pero con autoridad. Y en medio de eso, sobrevinieron dos desgracias, en forma de goles del Dinamo, en sus dos primeras llegadas a puerta. Uno en un rebote desgraciado, el otro en un tirazo colosal de Verpakovskis. El mérito del Madrid fue que se sobrepuso. Tras alguna pequeña bronca, pero se repuso.

Y volvió a tejer y destejer su juego. Su baza era el balón, entretener, distraer y encontrar un hueco. Así, sin descomponerse, alcanzó sus dos goles, ligó otras jugadas de peligro y fue a más, en dominio y en seguridad. Todo con el punto de partida de Guti, que se ha fortalecido en la posición de medio centro, donde está desarrollando una atención y un coraje para el quite que eran las únicas cualidades que aún le faltaban. El peligrosísimo experimento de García Remón está resultando por la disciplina de este jugador, punto de apoyo en el que se mueve todo. Ahora el Madrid sufre pero respira. Ganando al Bayer en el Bernabéu estará en octavos. Será una gran noche.