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Las ilustres víctimas de la noche copera

La radio crepita goles, postes, prórrogas y penaltis. Es jornada de copa, fría y lluviosa, pero encendida, cargada de emoción para el buen aficionado que encuentra en este fútbol algo distinto al de Liga. Aquí no se pueden aplazar las ansiedades: aquí es hoy o nunca. Cuando acaba la tormenta y se retira la marea es hora de contar los daños. Han caído cuatro ilustres, cuatro clubes de los que los clásicos llamaban de campanillas: Barça, Espanyol, Zaragoza y Valencia. Los dos últimos son los campeones vigentes de nuestro fútbol, el de Liga y el de Copa. Caen dos cabezas coronadas. Y cae el Barça, cuya euforia empieza a atemperarse.

Especialmente dañina va a ser esta eliminación para el Valencia, cuyo joven presidente, que ha recibido de su padre el maravilloso regalo de un club como el Valencia, corre serio riesgo de ser considerado como un peligroso gafe. Desde que le metió el codo a Ortí y provocó que este se retirara discretamente, el Valencia ha perdido cuatro partidos de cuatro. En la Liga se ha descolgado del Barça, al que hasta entonces mantenía cerca, en la Champions se ha quedado groggy y en la Copa ha caído. Pero no pensemos en malos farios del hijo del dueño; pensemos más bien en la pérdida de crédito de Ranieri ante una plantilla que no rinde como rendía.

Este Valencia hizo doblete el año pasado. Pero Benítez no estaba a gusto en el club, sobre todo por causa de Manuel Llorente, el hombre que hace y deshace ahí. Así que se marchó. Su vacío lo ocupó rápidamente Ranieri, el histrión que tanto anima las conferencias de prensa, y que se presentó acompañado de una punta de compatriotas para mejorar un equipo que más valdría haberlo dejado como lo inventó Benítez. En cuanto al Barça, lo notable del suceso es que su aireadísimo don de la infalibilidad entra en discusión. Ahora le toca San Mamés, con una prórroga y una eliminación a cuestas. Efectivamente, esto es muy largo.