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Nos levantamos campeones del mundo

Ayer nos levantamos campeones del mundo gracias a Pedrosa. En el otro lado del globo, en el mismo sitio donde hace un año se dejó los dos tobillos, esta vez se ha proclamado campeón del mundo del cuarto de litro, el más joven de la historia. Son 19 años y 18 días. Y 49 kilos, que crean cierto recelo en algunos de sus colegas. ¿Por qué? Si pesa menos, mejor para él. También Gasol saca provecho de ser más alto que otros y no se lo vamos a reprochar por eso, ¿no? Cada uno es como es, y el mérito estriba en pelear duro por la excelencia, sacando provecho de las virtudes propias y venciendo cualquier deficiencia.

Pensaba todavía en el joven Pedrosa cuando llegué ayer a Vistalegre. A ver el Estudiantes-Barça. Allí me esperaba otro joven prodigio: Sergio Rodríguez. Ese canario de 18 años, criado en la escuela de la Federación Española de Baloncesto en Fadura y que acaba de aparecer en la ACB tras ser campeón del mundo junior. Desde que salió a la cancha, el partido fue otro. Un Barça mandón, que sujetaba al Estudiantes a una distancia de 8 puntos, empezó a hacer aguas ante la avalancha de juego de ese muchacho, al que merecería la pena seguir por toda España, allá donde juegue, como antes se seguía a los buenos toreros.

¿Por qué no juega más?, pregunté. Porque es muy joven, me dijeron. Demasiado intruso, me querían decir. Hay algo en los que ya están dentro, donde sea, que les lleva a crear un artificial ambiente de dificultad, contrario a los que pretenden entrar. Les ponen pegas por delgados, por jóvenes, por descarados. Por lo mismo que a Casillas le han estado amargando desde que llegó al Madrid. Pero nada puede frenar el talento, y menos que nada la envidia o los hábitos aburridos. Pedrosa ha saltado la banca a sus 19 años, como hizo en su día Casillas, como hace estos días, ante quien lo quiera ver, Sergio Rodríguez. Buscarles faltas es mezquino.