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¿Qué hemos hecho para merecer esto?

Este equipo juega cada vez peor. Uno pone ya la tele con aprensión y lo que se encuentra es todavía peor que lo que se temía de antemano. Contra Bélgica, el primer cuarto del partido estuvo bien. Ante Lituania, ni eso. Todo fue confuso, embarullado, carente de un plan. El marco era malo, sí: un estadio más bien cutre, propio de un país que no tiene al fútbol en un altar y que además tampoco está para tirar cohetes; se veía en él cemento, mucho cemento, del mismísimo color del frío, como para darle al partido una apariencia aún más deprimente; el césped también era irregular y malo. Y el equipo local jugaba sin generosidad y daba leña.

Pero España no estuvo por encima de nada de eso. Se confundió con ese paisaje de fútbol muy menor al que no aportó nada. Ni siquiera su color emblemático, el rojo. Luis quiere llamar a esta selección La Roja, como los uruguayos llaman a la suya La Celeste, en un deseo de invocar el espíritu de la tribu, pero luego llega la Federación y la viste de blanco, o de azul, para ver si vende camisetas. Con este fútbol pocas camisetas va a vestir, del color que sea. Porque su fútbol es nada. No es un equipo técnico, no es un equipo luchador, no es un equipo que se vuelque al ataque, no es un equipo que se encierre y salga en busca de la sorpresa. No es nada.

Es Raúl ahí arriba, a ver si suena la flauta. No hay un plan. Un día salen unos, otro día salen otros y todo parece lo mismo. Joaquín da el petardazo un día y al siguiente el que lo da es Víctor. Reyes no es el del Arsenal; ya pienso si no estará enviando a un suplantador. Xavi no hila su juego. Albelda y Baraja no son el tremendo émbolo del Valencia. El Niño Torres pierde crédito cada vez que juega con este equipo. Sólo Luque da cierta presencia, pero no se encuentra con nadie. ¿Y atrás? Atrás nos atacan cuatro veces y nos dan cinco sustos. Pasan los partidos y empieza a estar claro que Luis no da con la tecla. Este equipo es una pesadilla.