Bélgica no está en sus mejores días

El primer partido que España jugó en campo propio (en San Mamés, por más señas, eran otros tiempos) fue contra Bélgica. Unos meses después de los JJOO de Amberes, para los cuales precisamente había sido creada la Selección. Allí, en Amberes, perdimos con Bélgica, que a la postre sería campeona. España se quedó con la plata. El partido de San Mamés fue revancha de aquello, ganamos con dos goles de Alcántara (y con la consabida exhibición de Zamora, entonces jovencísimo) y nos sentimos campeones del mundo, o poco menos. Luego la historia nos ha ido relacionando discretamente con los belgas, muchas veces con disgustos.

Por ejemplo, nos dejaron sin clasificación para la fase final de México -70, al término de un partido bronquísimo en Lieja. Y nos dejaron sin semifinales en México -86, cuando la brillante selección con El Buitre y compañía mejor pintaba, tras golear 5-1 a Dinamarca. Una triste tanda de penaltis ganada por los belgas liquidó aquella esperanza. Pero la Bélgica de hoy no reverdece glorias pasadas. Hoy no debería haber disgusto. Bélgica tiene un buen central joven, Kompany, que está a punto de pasar del Anderlecht al Inter y un escurridizo delantero, Sonk, del Ajax. Pero entre uno y otro hay poco. Sobre todo hay un medio campo muy flojo.

España tiene más. Se anuncia un equipo en el que uno puede leer una delantera de las de antes: Joaquín, Xavi, Niño Torres, Raúl y Reyes. Extremos para abrir el campo, Xavi para dirigir la maniobra y dos goleadores con olfato. De ahí hacia atrás, lo de siempre con dos salvedades: la nueva oportunidad para Del Horno (comprobemos si es verdad eso de que sólo juega bien contra el Madrid) y la ausencia de Helguera, llamativa. Luis, genio y figura, hace lo contrario que tantos predecesores que siempre forzaron la presencia de un jugador de la tierra para animar el ambiente. Él lo ha hecho al revés: justo en Santander elimina a Helguera.