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Cuando la Selección tenía una sede fija...

Antes de meterse en el innecesario lío de su arenga a Reyes (del que mejor sabrá salir él solo que con las ayudas que le están prestando), Luis había lanzado una cuestión interesante sobre la selección: la sede fija. He ahí un elemento de debate sano, que forma parte de lo que el seleccionador llamó en su día, con intención no por todos comprendida, la gran sentada nacional. La discusión sobre la sede fija ha prendido. Algunas ciudades temen que eso les hurte para siempre la posibilidad de ver en directo a la Selección y están en contra. Otras aspiran a ser sus anfitrionas y están a favor, en la confianza de que les toque. Todas vibran.

A mí me gusta una solución intermedia, la misma a la que habíamos llegado unos años atrás: una sede fija para los partidos de fases clasificatorias, entonces Sevilla, y la posibilidad de rotar por otras ciudades los demás partidos, los que no sean de competición y que no me atrevo a llamar amistosos porque Salazar me regaña. (Salazar sostiene que todos los partidos entre selecciones son oficiales, porque la FIFA los tutela e incluye el resultado en sus registros). La pérdida de Sevilla como sede para los partidos de competición fue otro de los malos legados de la época de Clemente, cuya actitud enfrió y malbarató aquello.

Pero era bueno. La ciudad se había responsabilizado en su papel de jugador número doce y el saldo de aquel abrazo entre Sevilla y el equipo nacional resultó magnífico: veintiún victorias, dos empates y sólo una derrota . En goles, 77 a favor y 9 en contra. Luis lo decía anteanoche en El Larguero: Es bueno tener una casa, una referencia, un sitio donde te sientes cómodo. Los jugadores también lo quieren. Sevilla ha saltado con entusiasmo sobre la idea, con todas las instituciones y las fuerzas políticas pidiendo el regreso. Valencia también está ahí, con todas las condiciones ideales para aspirar a ese privilegio. Que gane la mejor.