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El Madrid y la superposición de estrategias

Se queja Morientes, y su razón tiene: Me quedé porque me lo pidió Camacho; entonces yo era el tercer delantero. Ahora se encuentra con que no está Camacho y que hay un delantero más, y encima un Balón de Oro. A Morientes no le hace mucha gracia: Lo fichó el presidente; estará contento, ha soltado. En realidad, fija el foco en el problema: en el Madrid ya no hay una estrategia, sino la superposición de varias. De Florentino y sus zidanes y pavones; de Valdano y su Samuel, al que pidió insistentemente; de Camacho, a quien se debe que estén Morientes y Celades, que se haya renovado a Roberto Carlos y que Xabi Alonso no esté.

Y por fin, Owen, por si fuera poco. Owen vino como Balón de Oro, pero como Balón de Oro que ya no brilla. Con su fichaje, Florentino rompía su tradición de fichar cada año al mejor jugador del mundo que no esté jugando ya en el Madrid. Esa nominación podrían habérsela discutido Henry, Totti, Van Nistelrooy, Ronaldinho y hasta Rooney, pero en ningún caso se hubiera manejado el nombre de Owen en la lista. Fichó el mismo día en que se esfumó Vieira y Etoo se fue al Barça. Ese día, 12 de agosto, el aficionado torció el gesto. El aficionado tiene suficiente instinto para percibir que aquello reflejaba un desorden.

Así que ahora Owen es la mosca en la sopa; Morientes está despechado; Xabi Alonso está en Liverpool porque Camacho no le veía bueno para cortar de cabeza el saque del portero contrario y en su lugar juega Celades, que tampoco lo corta; Samuel naufraga porque no tiene protección por delante; y a Roberto Carlos se le ha asegurado un largo plan de pensiones del que disfruta con alegre frivolidad. Aquello de zidanes y pavones era arriesgado, sí. Pero mucho más arriesgado es este modelo de superposición de estrategias. Antes que nada, lo que Florentino necesita es recuperar la seguridad en una idea y en un modelo.