Tragicomedia en tres actos en Montjuïc

Frente a un Espanyol con algún oficio y poca grandeza, el Madrid hizo un papel tragicómico en Montjuïc. Todo fue un enredo. Desde la lesión de Casillas en el calentamiento, que hizo jugar a César, (lesionado a su vez hasta el punto de que se temió que Casillas tuviera que jugar la segunda parte), hasta las expulsiones finales de Samuel y Michel Salgado (de las que se va a resentir el equipo), pasando por el penalti repetido y dos veces parado por el doliente César y por el que a su vez le detuvo el ágil Kameni al entristecido Ronaldo de estos tiempos, todo fue un enredo. Y de ese enredo el Madrid salió sin puntos y Camacho tocado.

Porque Camacho ha tirado por la calle de en medio. Insatisfecho con sus galácticos, ha decidido (o así me lo parece), diseñar un equipo vulgarcete, de orden y sacrificio, con Casillas a un lado y Ronaldo al otro, confiando en que esos dos le den un plus. Así que después de un viaje circular por las galaxias varias, el Madrid salió ahora con Celades al mando y con Juanfran a un lado y Solari al otro, para darle al equipo simetría. Pero resultó que lo que Celades ordenaba, Helguera lo revolvía. Y que si Solari aportaba algo, Juanfran, nada. Y que la cuota de ilusión galáctica que debía aportar Owen resultó un fiasco. Otro cartucho quemado.

Tampoco en Samuel se ve otra cosa que un defensa basto que hace muchas faltas. Roberto Carlos está más desordenado y más caprichoso que nunca. Y Ronaldo ha perdido la inspiración al abandonar su vida bohemia, como les pasaba a los poetas del XIX. Y en medio de todo, la exageración gestual de Camacho, tan expresivo en el enfado como en la desilusión, acentúa el aire de cosa poco seria que va tomando este Madrid, con ramalazos de equipo de campo de tierra, como ese fatalismo de que el central tenga que sacar del área chica porque el portero no puede. Y el martes visita el Bernabéu el mejor Osasuna de los últimos años.