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San Mamés, Bernabéu, Camp Nou...

Después de los diez días de Selección vuelve la Liga. Vuelve en tres escenarios de tronío: San Mamés, Santiago Bernabéu, Camp Nou. Tres partidos de altura, en marcos soberbios, que me figuro llenos, con refulgentes jugadores ahí abajo. Es nuestro campeonato de Liga, una de las más brillantes competiciones deportivas del planeta. Es inevitable el contraste entre el aspecto que estos partidos ofrecen, la expectativa que despiertan, el nivel de categoría que tienen, con los de la Selección Nacional. Por comparación, el fútbol de selecciones nos parece, en estos grupos de clasificación entre fase final y fase final, un fútbol de Segunda División.

Creo que esa es la principal parte del problema. Supongo que en Bosnia, por coger el ejemplo último, se toma como un suceso la aparición de la Selección Española, compuesta por jugadores de un fútbol superior. Jugadores del Madrid, del Barça, del Valencia, que pisan cada año las fases más altas de las competiciones europeas, que conviven en sus plantillas con los jugadores más célebres del mundo, o que son celebridades por sí mismos, como Raúl, Reyes o Casillas. Allí el partido es un acontecimiento, el equipo se motiva, se vuelca y se empeña. Lo mismo que Escocia cuando nos visita para un amistoso en Valencia.

Pero es difícil que nuestros seleccionados eviten la sensación de que han sido descendidos, provisionalmente, a un fútbol menor. Peor estadio, peores rivales, ¿qué se me ha perdido aquí? Y frente a unos contrarios entusiastas se encogen, se afligen, casi diría que se aburren. El aficionado, lo mismo. Pone el televisor y ve algo menor, algo muy distinto de lo que va a ver esta tarde y esta noche en San Mamés, en el Bernabéu, en el Camp Nou. Ahí van a estar muchos de nuestros internacionales. Pero van a tener otro aspecto, porque va a ser otro el marco en el que se muevan, otra la motivación con que lo hagan. Y vuelven a ser ellos mismos.