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Llegamos a Bosnia con Raúl como titular

Raúl ha aguantado el envite. Primer partido oficial, y él como titular, con Morientes de pareja de ataque. Pero el debate de los últimos días y su suplencia de salida ante Escocia han cambiado algo en él: Quizá el listón estaba demasiado alto, dijo anteayer. Es verdad. Es una manera de pedir cuartelillo, de pedírselo a sí mismo. El listón estaba demasiado alto: todos los minutos en el Madrid, con todos los títulos como objetivo. Tirar del carro de la Selección, con toda España encima. Correr por él y por Ronaldo para tapar la salida de la defensa contraria, bajar a la media cuando Zidane desaparece fuera de casa. Y marcar goles además.

Mucho para un cuerpo que ya ha jugado más partidos (y marcado más goles) que Amancio o Butragueño en sus respectivas carreras. Los años aún son pocos, pero los esfuerzos son muchos: diez temporadas a más de cincuenta partidos por cada una de ellas. Además, Raúl nunca ha tenido la facilidad con el balón que tienen los superclases. Todo lo ha conseguido gracias a su instinto del juego, pero también gracias a un sobreesfuerzo en el que ha sido incapaz de intercalar descansos. Mucha afición, mucha ambición por coleccionar records, ninguna preocupación por administrarse. Eso ha sido Raúl durante diez años.

Ahora conserva en plenitud su instinto del juego, pero sus movimientos ya no son tan eléctricos. Por eso sus goles se espacian cada vez más. Luis y Camacho son los encargados de administrar esa crisis, que la afición sigue con interés y hasta con pasión. Los dos tratan de acercarle al gol, de ahorrarle carreras con un equipo mejor organizado, de convencerle de que no puede jugar siempre, de sugerirle una readaptación de su juego a un cuerpo que ha cambiado. Reyes y Owen aprietan por detrás. Pero de momento les toca esperar, porque ni Luis ni Camacho están dispuestos a rendirse en su lucha por recuperarle. Y nadie se lo puede reprochar.