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Fútbol de clubes y fútbol de federaciones

Ayala ha vuelto lesionado de los Juegos Olímpicos. Antes, estuvo en la Copa América. Argentina le reclutó para estos dos campeonatos después de haber sido pieza básica en el Valencia del doblete: Liga y UEFA. O sea, una temporada extenuante y de máxima exigencia en su club y luego, sin vacaciones, dos campeonatos, en los que su país salía a ganar o a ganar. Ahora vuelve lesionado al Valencia que se queja, con razón. El Valencia paga al jugador, lo entrena, le asegura el porvenir. La Federación Argentina abusa de las posibilidades que le ofrece la reglamentación (creada desde el mundillo federativo) y lo sobreexplota.

El fútbol de clubes y el de selecciones deben coexistir. El aficionado gusta de ambos. El de selecciones no es desdeñable, ni mucho menos. Provoca las grandes cumbres del fútbol: mundiales o torneos continentales de selecciones. Pero el de clubes es el que posibilita el fútbol económicamente y el que llena el calendario y alimenta la expectación de los aficionados de todo el mundo. Pero sólo pueden coexistir si en la relación hay cierta simetría, y ahora no la hay. Las federaciones abusan. Tienen la sartén por el mango y el mango también, y utilizan a los jugadores no sólo cuando los necesitan, sino más. Y a capricho.

Las federaciones nacionales tienen las reglas de su parte. Pero les falta generosidad a la hora de aplicarlas. La FIFA y la UEFA amparan a las federaciones porque miran despectivamente a los clubes, a los que consideran poco menos que emponzoñadores del fútbol por sus planteamientos mercantiles. Pero los directivos de los clubes se sacan la sangre de las venas para pagar todo esto. Los federativos viven despreocupadamente, cogen los jugadores cuando quieren, organizan sus campeonatos serios o sus saraos y se dan la vida padre en ellos, sin preocuparse por el sostenimiento económico del tinglado. Y eso es muy injusto.