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Carlos Ferrer-Salat dejó un legado colosal

Beatriz Ferrer-Salat ganó su segunda medalla. ¡Dos medallas en unos Juegos! Y en hípica, donde no subíamos al podio desde hacía 76 años. Conseguidas en una modalidad tan exclusiva como la doma, que representa el triunfo de la constancia, del empeño, de la paciencia, virtudes que le inculcó su padre. Carlos Ferrer-Salat, fallecido en 1998, estará orgulloso, allá donde se encuentre, de su hija, a quien compró su primer caballo cuando tenía 15 años. Y orgulloso también de dónde ha llevado al deporte español.

Cuando Carlos Ferrer-Salat fue nombrado presidente del Comité Olímpico Español, Barcelona ya había sido designada sede de los Juegos del 92. Para que resultaran un éxito había que ganar medallas. Y para ganar medallas había que dotar a nuestros deportistas de cuantos medios fueran necesarios. El Estado se puso manos a la obra; construyó instalaciones y contrató a los mejores entrenadores del mundo. Pero aún no era suficiente. Con deportistas amateurs no íbamos a ningún lado. Había que profesionalizarlos.

Carlos Ferrer-Salat también era presidente de la CEOE y ¿quién mejor que las empresas para ser las hadas madrinas de nuestros olímpicos? Con su impulso nació la Asociación de Deportes Olímpicos (ADO) y llegó el dinero para los deportistas. Significó tal éxito que ahora no se concibe el deporte olímpico sin la ADO. Antes de su creación sumábamos 26 medallas en 16 Juegos. Con la ADO ya van 54 en los últimos cuatro. Y lo mejor de todo: en 16 deportes diferentes. Entre ellos, y desde ayer, la hípica. No es casualidad.