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Sólo hubo un Dream Team

Sólo hubo un Dream Team, y Jordan fue su profeta. Nació ex profeso para Barcelona 92, donde fue el gran símbolo de la apertura de los Juegos a los profesionales, del final del intento, patético desde muchos años atrás, de fingir que a los Juegos sólo concurrían deportistas amateurs. Prolongar esa ficción dio lugar a muchos chanchullos y a otros tantos disgustos. Superar eso fue un gran logro de Samaranch y la mejor expresión del abrazo entre los Juegos y el profesionalismo, fue la incorporación de las gloriosas estrellas de la NBA de la época: Jordan, Bird, Magic... No faltó ninguno de los grandes de la época. Fue, realmente, un equipo de ensueño.

Pero el uso lo fue desgastando rápidamente. Primero, porque la NBA ha ido perdiendo talento. Jugadores como aquellos ya no salen, quizá porque de un tiempo acá se valora más el músculo, el salto y el codazo que la exquisitez. (De ahí que Jordan tuviera su pálido retorno). Y segundo, porque tampoco acuden los mejores, sólo algunos de ellos. Las ausencias han ido siendo cada vez más notables. Ya en el último Mundial el equipo USA-NBA sufrió serios reveses. No le dieron importancia porque a esa competición ni la consideran, aunque se apuntaran a organizarla por deseo de su Federación, a la que allí hacen muy poco caso.

Pero lo de los Juegos ha escocido mucho. La paliza de Puerto Rico (estado libre asociado, o sea, la parte de ellos de la que menos presumirían) ha humillado a un país que se siente poseedor de la patente del baloncesto. Pero no hay de qué extrañarse. Se veía venir. Cuesta abajo en la rodada, aquel Dream Team ha degenerado en este grupo que acumula los peores vicios del deporte profesional: arrogancia, poco entrenamiento, vida muelle (se alojan en el Queen Mary II) y nula reacción ante las dificultades. Todo lo contrario a lo que conocemos como espíritu olímpico. Y además no son tan buenos como se tienen creído.