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Rogge ha desembarcado en Normandía

Rogge ha ganado su primera gran batalla: el propio Comité OlímpicoGriego ha decidido retirar a Kenteris y Thanou, los persistentes fuguistas de controles. La rocambolesca historia de la caída de la moto no ha colado, Rogge se ha mantenido firme y los presuntos tramposos se van, antes de que se acredite que lo son realmente. Este era un pulso difícil. Un pulso entre la decisión de Rogge de hacer de estos Juegos el inicio de una nueva época en la lucha contra el doping y la condición de megafigura local de Kenteris, que se sentía muy protegido por todo un país, el país organizador nada menos. Conmigo no se atreverán, pensaría.

Pues con él se han atrevido y desde ayer, día 14 de agosto de 2004, la lucha contra el doping empieza a tener credibilidad. Porque el problema del doping no era sólo el de esos mengueles que sintetizan productos en laboratorios con los que envenenan cuerpos y envilecen almas a cambio de enriquecerse ellos. El problema del doping es que no se ha luchado contra él con convicción ni con seriedad, y que eso se sabe. Que se ha dejado mucha manga ancha y eso se sabe. Que se ha buscado de cuando en cuando una cabeza de turco para fingir que se hacía algo, y que eso se sabe. Ahora Rogge va en serio y eso también se sabe.

Por cierto, que Grecia ha reaccionado bien al asunto. Grecia vive estos días el orgullo de su historia como nación que irradió todo tipo de cultura, también la deportiva. Ofreció al mundo una bella ceremonia inaugural en la que exaltaba con buen gusto ese pasado inigualable. Sus medallas son ésas, y valen infinitamente más para ellos (y para mí), que todas las que puedan reunir Phelps y todos los restantes héroes de estos Juegos. Kenteris y Thanou sólo podían ensuciar esa imagen. Mejor están fuera. Su exclusión de los Juegos son un aviso a todos esos que aún piensan "a mí no me pillarán, conmigo no se atreverán". Ya no hay impunes.