NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

El club de fútbol como objeto de deseo

Muamar Gadafi quiere comprar el Crystal Palace, como Abramovich compró el Chelsea. Hace algunos años, Murdoch pretendió comprar el Manches-ter, pero al final la operación no resultó. Yo lo celebré, porque a mí estas cosas no me gustan mucho. Ya sé que tratándose de sociedades anónimas siempre cabe que llegue alguien con un dinero importante y se haga con el club. Son las reglas del mercado, contra las que no tengo nada. Pero es que lo que no creo es que el fútbol sea parte del mercado, ni deba serlo. El fútbol no es negocio en sí, como bien insiste en demostrar la historia. Ya dijo Samitier que si fuera negocio lo tendrían los bancos.

Así que los que hacen o intentan este tipo de compras no buscan inversiones rentables per sé sino otros intereses: vanidad, legitimación social o ganas de tener un juguete que quizá en su día abandonen, aburridos. Y los clubes de fútbol son entidades localistas, depósito de unas sensibilidades que el millonario guiri de turno quizá no conozca o no respete. Aquí hemos tenido el ejemplo sangrante Grinbank, empresario argentino del espectáculo con muchos pájaros en la cabeza, que compró el Leganés. Lo llenó de argentinos, los mejores jugadores de Leganés fueron al Getafe y ahora el Leganés ha bajado y el Getafe está en Primera.

Y por ahí sigue Pitterman, que tras su extravagante paso por el Racing, club cuya natural seriedad acabó por expulsarle, cae ahora en el Alavés. No es lo mismo el caso de los Lopera, Bautista, familia Gil y demás, que proceden del tejido social de los clubes de su propiedad. Lo que hay que temer son las intromisiones de esos aventureros de fortuna (Rusia los está produciendo en cantidades industriales en los últimos años) de los que no se puede esperar nada bueno. Cuando veo estas cosas cada vez entiendo más la obsesión de Florentino por evitar que el Madrid llegue a convertirse alguna vez en sociedad anónima. Sería un bocado muy tentador.