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El filibusterismo del Barça crea enfados

Este verano el Barça no está haciendo amigos. Por si fuera poco su renuencia a aceptar el cierre del Camp Nou, algo que tiene especialmente irritados al Sevilla y al Betis, últimos damnificados de cierres, ahora ha salido al mercado a realizar de forma sistemática maniobras por la espalda. En Valencia están en un grito porque es un secreto a voces que todos los problemas con Mista vienen de una superoferta del Barça. En el Sevilla se han quedado enfadadísimos por el caso Baptista, la nueva perla del club, al que también se dirigió el Barça directamente, por detrás, sin tratar de hacer el acuerdo a través del club, como es norma de convivencia.

Pero hay más casos: el Zaragoza sabe que también le han manoseado a Milito. El Depor está en el mismo caso con Luque. El Atlético se ha ido encontrando un montón de obstáculos en la operación Etoo por la intervención del Barça, que ha puesto en alerta también al Madrid. Y al Athletic le ha arrebatado un par de cadetes, cuestión esta que tiene un carácter especialmente sensible para el club bilbaíno, que no ficha desde hace cinco años y se surte sólo de lo que produce su cantera. Un amigo de Bilbao me recordaba con sarcasmo los argumentos con los que el Barça se ha quejado cuando el fútbol inglés le quitó a Cesc y a Piqué.

En resumen, el Barça ha incomodado a todos los clubes que los clásicos llamaríamos de campanillas (sólo le ha faltado el Betis), la zona alta de nuestro fútbol. Laporta llegó hace un año a nuestro fútbol, como una cara nueva y grata, representante de un nuevo estilo que todo el mundo vio bien. Ha bastado un año para que se le viera el plumero. A él o a su equipo. Mal servicio al Barça, que encima no ha rematado las operaciones y de todo esto va a salir con los pies fríos y la cabeza caliente. Porque, al menos hasta el momento, no ha sacado otra cosa en limpio que esos cadetes del Athletic cuyo verdadero futuro es difícil de augurar.