Atletismo, Rey del Verano

Vuelve el Atletismo. Su naturaleza esencial le hace ser el más especial de los deportes. El más básico, el más puro, el más antiguo, el más clásico. Por encima de los deslumbrantes brillos del fútbol, de su impresionante cobertura mediática, aún es posible sentir en una categoría especial la autenticidad de este deporte, Rey del Verano. Esencia de la superación de la especie, de la lucha contra las limitaciones con que la Naturaleza nos creó. Nunca podremos correr más deprisa que un guepardo o más lejos que un lobo, pero, a diferencia de ellos, cada vez corremos más.

Este deporte atraviesa un momento interesante. Todos lo son. Estos Mundiales llegan precedidos por una pequeña polémica por la adecuación de algunos aspectos de la competición a las demandas de la televisión. Se persiguen los tiempos muertos, las salidas nulas. Ganará la televisión, claro. No es malo. La televisión somos todos. A la televisión nunca hay que rendirle la esencia de un deporte, pero sí se le pueden hacer concesiones. El otro aspecto polémico es más feo. Es el doping. Edmonton tratará de levantar otra barrera frente a la EPO. Veremos si lo consigue.

Hace tiempo que los récords tienden a estabilizarse. ¿Producto de que alcanzamos los límites? No. Más bien producto de la lucha antidoping. Por eso las mujeres, que disimulan peor la testosterona en el organismo, sufren mucho más ese parón en las marcas que los hombres. En todo caso, el atletismo renacerá de esto, como el ciclismo. Es una lucha dura, pero necesaria. No podemos reducir el deporte a un territorio de investigación de laboratorios. El deporte nos ilusiona porque es la mejora de la especie. Sobre todo el atletismo, donde todos somos el que gana.