Un bonito y prometedor Tour

Un bonito y prometedor Tour

Terminó el Tour con su clásico carrusel de belleza por París, que en esta ocasión se merece, más que nunca, el elogio de Ville Lumière. Luz de verano, luz de alegría, luz de belleza, luz del colorido del pelotón paseando arriba y abajo por los Campos Elíseos. Un homenaje a la belleza, a las virtudes del deporte, a la modernidad, al domingo, al sol, a París... A todo. Un final bonito para un Tour limpio y prometedor, en el que por fin la cuestión del doping ha estado en un muy segundo plano. Este año se ha hablado de ciclistas y de montañas. De lo que hay que hablar.

Y un Tour prometedor para los nuestros. Aunque no esté Indurain ni casi el Banesto, que se ha desinflado. Echavarri y Unzué no aciertan últimamente en los fichajes, pero volverán. A cambio, Manolo Saiz ha acabado por convencerse de lo que es el Tour, y de que lo que cuenta es tener a los mejores corredores nacionales en la mejor prueba del calendario. Con Beloki, Igor (que va camino de gran estrella), Serrano y algún otro, la ONCE ha pisado fortísimo. Enhorabuena. Más alegría hay en el Cielo por un pecador arrepentido que por cien justos que hacen penitencia.

Y está Euskaltel, ese Athletic de Bilbao de la carretera que en los Pirineos juega en casa y que ha madurado en un equipo de fuste, con el sufrido Laiseka como nuevo héroe popular. Y Kelme, el eterno Kelme, con la garra como emblema. Pasan los años, pasan los corredores, le quitan a los mejores a golpe de dinero pero renace una y otra vez. La picardía y el talento de Belda ha mantenido a Kelme en el primer puesto de la clasificación por equipos. Y además ha brotado en su seno la última joyita de nuestro ciclismo, Óscar Sevilla, mejor joven de la carrera. Hay futuro.