Madrid se hunde, Madrid se quema

Madrid se hunde, Madrid se quema

Y ayer fue el Palacio de los Deportes, en el que un soplete mal manejado redujo a pavesas cuarenta años de historia de deporte español. Madrid se hunde, Madrid se quema.

Hay que precipitar la huida hacia la playa, cabalgar rumbo a la costa y dejar atrás el estrépito, el humo y la cochambre a que nos tienen acostumbrados por la incuria, la incompetencia y el descuido. Yo ya tengo el coche cargado.

Dolió lo de ayer. El Palacio de los Deportes ya no estaba para grandes trotes, pero mantenía vivo el recuerdo de años heroicos en los que fue la hormona del crecimiento polideportivo de este país tan vocacionalmente futbolero.

Construido sobre el solar emblemático de lo que fue la anterior plaza de toros de la ciudad (la de los triunfos de Joselito y Belmonte, la que vio morir a Granero), fue a su vez emblema de un nuevo impulso deportivo, entonces nuevo, entonces joven, que acompañó a España en los años del desarrollismo. Viejos tiempos.

Barcelona 92 le desplazó de la escena. La instalación se fue quedando vieja y descuidada. No hace poco nos quejamos de eso, cuando unos chicos del Estudiantes tuvieron una caída de seis metros. Pero allí se vivieron muchas emociones.

Los clásicos Seis Días de Madrid, las colosales victorias de Timoner, las temibles exhibiciones de Livramento con las ruedas y el stick. Ahí triunfaron Urtain, Carrasco y Legrá. Por ahí pasaron los Globetrotters y los Celtics.

Ahí nos quedamos un día esperando a Fernando Martín y no llegó. Ahí se han quemado muchos recuerdos.