“El lenguaje es el vehículo que traslada el pensamiento”. Partiendo de esa premisa, planteada por la presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas, Yolanda Besteiro, conviene respetar otro punto de partida fundamental: “Piensa dos veces antes de hablar”. Cómo decimos y de qué manera escribimos diseña nuestra concepción del mundo. Si descartamos al género femenino, en pos de la economía y el purismo del lenguaje, excluimos a las mujeres. “Si utilizamos el género masculino como neutro, partimos de que la mejor representación de lo humano corresponde al hombre”. Para evitar que ‘cojonudo’ sea lo fantástico y 'coñazo', un bodrio, conviene seguir los siguientes consejos.
Si no usas zorra, no uses zorro
El castellano está plagado de palabras que riegan bondades desde lo masculino y que resultan tóxicas desde lo femenino. El mismo zorro con el que describimos al más hábil del lugar es la zorra, tan utilizado en sentido peyorativo. “Los refranes, los cuentos, las canciones… El propio folclore del lenguaje ha alimentado durante años un punto de vista sexista. Lo mismo sucede con tantas palabras negativas desde lo femenino y positivas desde lo masculino”, argumenta Besteiro: "Cambiar el significado que durante tantos años le hemos dado a algunas palabras es difícil, pero debemos intentarlo".
Ella es ella, no la mujer de él
A todo el mundo le gusta que le reconozcan por su propio rostro. Jordi Cruyff nunca dejó de ser el hijo de Johan, pero, claro, el primero era un futbolista del montón y su padre un titán del balompié. Cuando nos referimos a las mujeres, a veces pasa lo mismo sin que existan motivos para resaltar al hombre. “Es habitual hablar de ‘la esposa de’ para referirse a mujeres que, obviamente, tienen un nombre propio. Las mujeres no existen como una extensión de sus padres o maridos”. Quizá, muchos (y muchas) ven un Jordi Cruyff donde, realmente, se distingue una Maradona.
La afición del Real Madrid, no los aficionados
Mil y una veces hemos leído y oído hablar sobre el sentir de los aficionados del Real Madrid. Ateniéndonos a las normas de la Real Academia Española, la frase incluye a las madridistas. ¿Seguro? En opinión de Besteiro, “debemos intentar utilizar un lenguaje genérico que resulte inclusivo”. “¿El género del hombre engloba todo pero el de la mujer solo una parte? Los Reyes Católicos decretaron la expulsión de ‘judíos y judías’ en el siglo XV. El intento de que el masculino englobe ambos géneros llegó en la Ilustración, lo que supuso un menosprecio a las mujeres”. En definitiva, nadie sufre si utilizamos ‘afición’ del Real Madrid.
Si hay enfermeros, hay médicas
“El diccionario aún no recoge las palabras 'médica' o 'soldada', pero sí admite 'enfermero' o 'azafato' -incluso se intenta distinguir de la mujer con el término ‘auxiliar de vuelo-”, apunta Besteiro. Es decir, para profesiones tradicionalmente ligadas al hombre no se contempla su feminización, pero para empleos relacionados históricamente con las mujeres sí existe una adaptación. “En mi opinión, es importantísimo forzar el uso de de estas palabras para que se vayan normalizando en el lenguaje hablado y escrito, aunque la RAE las considere inexistentes. No hay mujeres soldado y mujeres médico. Hay médicas y soldadas”, apostilla.
Una '@' no hace daño
No han sido pocos los intentos de solventar estas diferencias a través de caminos intermedios. A veces se aboga por mantener ambos géneros, ‘compañeros y compañeras’, lo que multiplica la longitud del texto. En otras ocasiones, se apuesta, en el lenguaje escrito, por fórmulas que manifiesten género neutro, como asteriscos o arrobas. Esta segunda opción, cada vez más extendida “podría acabar siendo aceptada”, bajo el punto de vista de Besteiro: “Si somos tan rápidos para adoptar anglicismos en nuestro idioma, deberíamos ser igual de ágiles para evitar el lenguaje sexista”.