Fue en la gala de los Premios AS de 2010 cuando Marc Márquez tuvo ocasión de estrechar la mano y saludar por vez primera a Rafa Nadal, el mayor homenajeado en la edición 2025, la misma a la que el piloto ha vuelto en calidad de campeón del mundo de MotoGP. Sí, campeón de la clase reina, otra vez, como en 2013, 2014, 2016, 2017, 2018 y 2019.

Su noveno título contando los de 125cc (2010) y Moto2 (2012), que siempre hay que contarlos, llegó en Japón, a seis carreras del final de la temporada y fue 2.184 días después del anterior, en Tailandia 2019. Nunca antes hubo un regreso al trono con tanto tiempo de por medio y, probablemente, sin tanto sufrimiento, con cuatro operaciones en dos años y una diplopía, entre otras cosas...

Por todo lo vivido en el camino durante esos seis años, más lo acumulado previamente, se ha convertido a ojos de muchos como el mejor piloto de motos de la historia. Lógicamente, él no se autoproclama como tal y se ruboriza cuando se lo dicen, pero hacía tiempo que merecía sentarse en la misma mesa de los Nadal, Alonso y Gasol, algo que ya nadie puede cuestionar. Por eso no extrañó a ninguno de los presentes que el mismo Rafa le reclamara a Marc que se pusiera a su lado para la foto de familia, en todo el medio, rescatándole de un costado en el que él mismo se situó por llegar un pelín tarde.

A sus 32 años no tiene todavía fecha de caducidad y la exhibición dada esta temporada al manillar de la Ducati roja con el #93 invita a pensar que puede conquistar el décimo título el año que viene, aunque ya habrá tiempo para hablar de eso. Ahora es momento de celebrar su regreso al trono.

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Se le ve bien de la última lesión sufrida en el hombro derecho, va recuperando la musculatura perdida y no le abandona su amplia sonrisa de Joker, la que lucía en el asiento 9, tantos como títulos tiene, de la fila 1, la que acostumbra en la parrilla de MotoGP, sentado entre Raphael Varane y Pilar Gil (directora ejecutiva del Grupo PRISA), a dos asientos por la izquierda de Raúl González y a otros dos por la derecha de Rafa Nadal. Una leyenda a la que ahora estrecha la mano sin ruborizarse tanto como hace 15 años, porque él ya es quien es, pero al que admira, tanto que le sirvió de inspiración en su prolangada recuperación. Felicidades a ambos, y a todos los premiados, en una gala en la que Marc ya brilló como el que más y de la que se fue a dormir temprano porque tocaba rehabilitación temprano. “Este año es lo que toca. Si quiero llegar a tiempo no hay vacaciones”, dijo. Llegará para defender su trono.

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