MOTOGP | GP DE FRANCIA | JORGE LORENZO
"Me merecí el título más allá de las lesiones de Rossi y Pedrosa"
Hoy se cumple el décimo aniversario del primer Mundial con sello español en MotoGP, por obra y gracia de un Jorge Lorenzo que lo celebra con AS.
Hoy se cumple el décimo aniversario del primer Mundial con sello español en MotoGP, por obra y gracia de un Jorge Lorenzo que lo celebra con AS. Aquel 10-10-10 el mallorquín logró el primero de sus tres títulos en la clase reina, que hay que sumar a los dos de 250cc. Una leyenda.
-¿Qué le dice la fecha del 10 de octubre de 2010, de la que se cumplen ahora diez años?
-Es una fecha especial ya numéricamente, pero sobre todo por lo que sucedió ese día. Conseguí ser el segundo español capaz de ganar el título en la categoría reina y el primero en MotoGP. Para mí fue alcanzar lo máximo que se puede alcanzar como piloto de carreras.
-Fue la consecución de un sueño, sin duda. ¿Sentía que había nacido para algo así o haber sido antes campeón de 250cc ya le llenaba lo suficiente?
-MotoGP es MotoGP y ya no hay algo más importante. Es la F1 de las motos. Sí es cierto que en el motociclismo las categorías de 125 y 250 siempre han tenido mucha más importancia que, por ejemplo, en el automovilismo, GP3 o GP2, pero MotoGP es MotoGP. Eso sí, yo cuando empecé en este mundo con tres años, o cuando llegué a la Copa Aprilia con diez, ya me conformaba con llegar al Mundial, coger algunos puntos o hacer algún podio, pero conseguir ser campeón del mundo de 250 ya era más de lo que había soñado.
-¿Cómo recuerda exactamente aquel día?
-Desde que llegué a Sepang el miércoles, me costaba dormir. Ya era algo especial desde el inicio con respecto a otras carreras. Dani (Pedrosa) no había venido a Malasia y tenía muchos puntos de ventaja, por el accidente que tuvo él en Motegi. Sabía que no lo tenía hecho, pero relativamente fácil para conseguirlo. No sabía si llegaría en Malasia, pero si no lo haría en la siguiente carrera. Tenía que ser tercero en Malasia para ser campeón y es lo que hice. Logré la pole y horas previas a la carrera tenías más nervios de lo habitual. Sabía que era algo muy importante. Cuando ya eres campeón del mundo y tienes que repetir, es una sensación muy distinta a cuando vas a serlo por primera vez. Los nervios se notaban e intenté aislarme de todo. Hice un poco de meditación en la parrilla, pero fue complicado no estar nervioso.
-Fue un año en el que resultó muy superior, pero en el que también se alió con usted la suerte para ponérselo más fácil con las lesiones de Rossi y Pedrosa. ¿Le pesó que se tuviera aquello en cuenta?
-Bueno, eso siempre está ahí, sobre todo para los aficionados que no son fans tuyos sino de tus rivales, porque defienden a los suyos e intentan justificar así la razón por la que no ganaron ese año. Yo iba en clara progresión. En 2008 empecé en MotoGP de forma increíble y luego tuve muchas caídas, terminando cuarto el campeonato, con los Michelin, que eran complicados. Cuando se pasó al monogoma, en 2009 ya luché por el Mundial con Valentino (Rossi) hasta la penúltima carrera, con algunos errores que me impdieron coger más puntos. Gané cuatro carreras y fui muy competitivo. En 2010 ya empecé con más fuerza y con más experiencia. Hasta Mugello era líder con algunos puntos de ventaja y eso puso presión a Valentino, que cometió un error. Luego comencé a ganar carreras de manera consecutiva y con mucha ventaja en algunas ocasiones. Tenía mucha ventaja con Dani cuando él tuvo el accidente en Motegi, de unos 50 puntos, pero eso me facilitó mucho las cosas. Ese año conseguí el récord de puntos y fui, en general, más constante que los demás y más rápido. Me merecí el título independientemente de las lesiones. Ayuda cuando te quedas sin unos rivales muy fuertes como Valentino o Pedrosa. Eso te allana más el camino para conseguir victorias, pero creo que era el más constante y el más fuerte.
-La celebración del título por la noche fue apoteósica y tuvo en común con la de Crivillé, once años antes, que hubo piscina de por medio...
-(Sonríe). Sin duda, la piscina ayuda, sobre todo cuando estás tomando copas y das rienda suelta a la euforia. No estuve en la de Brail de Crivillé, pero me contaron que tambiñen aquella celebración fue loca y alucinante. En realidad, las ocasiones lo merecían. Crivillé fue el primer campeón español de 500 y yo el primero de MotoGP. Y eso es lo más grande que se puede alcanzar como piloto. Estaba todo el equipo Yamaha, que se volvió loco, y rapamos a los mecánicos al cero y con peinado mohicano. Luego llegaron los periodistas y nos tiramos todos a las piscinas. Y llegó también gente de otros equipos al enterarse de la fiesta que había. Fue increíble e inolvidable, en un sitio mágico y espectacular. Era un rascacielos al aire libre desde el que se veía todo Kuala Lumpur.
-Y se disfrazó de Mario Bros.
-Sí. Recuperamos los disfraces que usamos en la celebración de la pista, al acabar la carrera, y con mi amigo Ricky Cardús nos disfrazamos.
-¿Tenía claro entonces que habría más títulos?
-Cuando gané el de 250 ya dije que me podía morir tranquilo, deportivamente hablando, pero con el de MotoGP, mucho más. Luego tocaría repetir y demostrar que no fue un golpe de suerte, aunque no lo fue. Uno se puede pensar que es suerte, pero lograr dos o tres significa que durante una época has sido el más fuerte de la categoría y que te merecías esos títulos.
-Ese día ganó Rossi su carrera y puede que fuera su victoria más amarga. En esa época no se llevaban bien. ¿Le felicitó o le dijo algo?
-Sí me felicitó, en el corralillo después de la carrera. No sé si fue su victoria más amarga. Él estaba convencido en ese momento de que su paso a Ducati sería bueno, así que no sé si estaba disgustado o pensando que tendría un bue futuro.
-Otro detalle bueno de esa celebración nocturna fue que, cuando ya estaba decayendo, llegó Elías, que había ganado el título de Moto2 también ese día, y se reactivó la fiesta.
-Sí, sí. La fiesta terminó muy tarde y el colofón final fue la llegada de Toni. Siempre me he llevado muy con él y él estaba también muy eufórico por haber ganado su título. Nos lo pasamos genial en la piscina celebrando el título de cada uno y haciendo fotos debajo del agua. Fue alucinante y también estaba muy contento por él. Fue una gran jornada para el motociclismo español.
-¿Siente nostalgia de aquello?
-Todo en la vida no se puede tener y, si pudiese elegir sólo los buenos momentos, quitando las lesiones y el sacrificio diario que conlleva ser deportista de élite, claro que me gustaría seguir viviendo esos momentos, pero llega un momento de la vida en que tienes que decidir y esto es lo que toca ahora. Hay que recoger los frutos de todo lo que he sembrado, porque fueron dos décadas de tremendo sacrificio y a disfrutar de la vida, que sólo hay una. No todo son motos en la vida, aunque no se olvidan los momentos mágicos. Ya no hablo de ganar un título sino una sola carrera, lo que hace que te sientas el rey del mundo por unas horas.
-¿Cuánto de cerca estuvo de volver a Ducati para el año próximo?
-Tan cerca que sólo faltaba poner la firma. Sintiéndolo mucho, porque me supo fatal tener que llamar y decirle que no a Gigi (Dall’Igna), otra vez, porque hace un año estuve a punto de saltar al Pramac y también dije que no. Me supo fatal y ojalá no hubiese empezado esas negociaciones y lo hubiese pensado antes, porque no fue algo positivo para ellos, pero en los dos últimos días le di muchas vueltas a la cabeza. Sentí que no valía ya la pena a estas alturas de mi carrera y, pensando sólo en mí, me convenía más disfrutar de la vida.
-Pues que lo haga por mucho tiempo y felicidades por el décimo aniversario del primero de sus tres títulos de MotoGP.
-Muchas gracias. Un abrazo.