Alonso, un piloto de otra época
Es el heredero de mitos como Jack Brabham, Graham Hill, Stirling Moss o Jim Clark cuya única pasión era correr, fuera donde fuera.
"El coche de carreras es una prolongación de mi cuerpo y yo soy un artista, la pista mi lienzo y el automóvil mi pincel". Graham Hill, el espejo en el que se mira Fernando Alonso, encarna como pocos la esencia del mito del automovilismo, esa leyenda de hombres valientes que esquivaban la guadaña volando a 300 por hora con un casco de cuero o de cartón prensado cómo máximo guardaespaldas. Héroes que entre 1950 y 1970 escribieron páginas de proezas, éxitos y tragedias. Corrían por amor a competir.
Bicampeón de F1, tres veces subcampeón, ganador de la Indy 500, de las 24 horas de Le Mans, seis veces vencedor del GP de Mónaco... que se sacó el permiso de conducir a los 24 años tras aprender a conducir de forma autodidacta con un desvencijado Morris. Todo ello tras un suceso que cambió su vida. Trabajando en un taller de relojes vio un anuncio que ofertaba dar una vuelta al circuito de Brands Hatch con un Cooper de 500cc por cinco chelines. Graham llevó una libra y dio cuatro vueltas. Y ya no quiso hacer nada más en su vida.
El espíritu del extrovertido bigotudo caló en su país y le convirtió en un símbolo para todos: las clases altas le admiraban por su estilo y elegancia aristócratica, y las humildes por sus orígenes como mecánico, capacidad de lucha, inconfundibles patillas y gorras de cuadros. Y donde había opción de correr ahí estaba.
Ese coraje, arrojo, quizá incluso inconsciencia, lo compartió con referentes de las cuatro ruedas como Jack Brabham (que llegó a compaginar la F1, donde fue tricampeón, con las 24 Horas de Le Mans, las 500 Millas de Indianápolis, el Europeo de F2 o el Británico de Turismos), Jim Clark, Stirling Moss, Jackie Stewart, Bruce McLaren, Denny Hulme, Mario Andretti, Jacky Ickx, Dan Gurney, Pedro Rodríguez (el último que disputó completo el Mundial de F1 y Resistencia a la vez en 1970)... y ahora Fernando Alonso.
El asturiano ha heredado ese germen. Apasionados de la mecánica, los retos y con el ADN competitivo incrustado en el corazón. Alonso no necesita más publicidad, ni más dinero, ni más reconocimientos... Lo hace por el simple hecho de que quiere correr. Pese a la exigencia de enfrentarse a la magnífica y experimentada parrilla del WEC. Alonso es un piloto de otra época, de esa que forjó los mitos y leyendas de la historia del automovilismo.