Motociclismo | Jorge Lorenzo
El campeón probeta no se echó a perder
Sus padres querían un hijo campeón de motos y ya lo tienen... por partida doble. Ha pasado su vida en los circuitos y ha sabido superar los escollos que han surgido en el camino a la gloria.
María y Chicho, los padres de Jorge Lorenzo (Palma de Mallorca, 1987), quizá ni en sus mejores sueños llegaron a imaginar lo que el destino guardaba para el pequeño Giorgio. Ellos eran grandes aficionados y practicantes del motociclismo, así que la genética hizo el resto para dotar al crío de un enorme talento para llevar al límite cualquier aparato de dos ruedas.
Que el niño apuntaba manera era obvio desde que comenzó a lograr sus primeros éxitos en cada competición que participó desde los seis años. Así que los felices papás se entregaron en cuerpo y alma a la causa. Cuando las exigencias comenzaban a asfixiar las posibilidades y recursos familiares, apareció en escena Dani Amatriaín, un ex piloto del Campeonato del Mundo metido a ojeador de futuras promesas. Apostó por Jorge con fe y sin concesiones, hasta llevarle a los grandes premios con sólo quince años y un día. No era una condena, sino la edad mínima necesaria para debutar en el Mundial como el piloto más precoz de la historia.
Ambición.
Su trayectoria en la élite es bien conocida. Se forjó en 125cc, pero su complexión física y su ambición apuntaban más alto. Saltó a la moto de 250 y sólo un año después, en 2006, conquistó su primer título mundial recogiendo el testigo de otro Dani, esta vez Pedrosa, con el que mantuvo una relación tensa y difícil en las pistas. Y es que el carácter de los dos últimos campeones del dos y medio (el anterior fue Sito Pons) es tan distinto como incompatible.
Jorge, que se ha hecho mayor y ya no es Giorgio, es uno de esos tipos, de esos deportistas, que desde luego no resultan indiferentes. Quizá porque su enorme seguridad en sí mismo, su descaro, sus reacciones espontáneas son en ocasiones incomprendidos y controvertidos. Pero es que, además de talento, tiene talante de campeón, combinado con la espontaneidad que da la frescura de los veinte años.
Porque Lorenzo lleva media vida en los circuitos y ya es bicampeón mundial, pero no deja de ser un chaval tímido, aficionado a la lectura y al cine, que se divierte con la música y los videojuegos, que ya sabe lo que es superar momentos difíciles y que recurre a la mirada del tigre de Rocky Balboa para seguir adelante. Y falta le hará, porque le aguarda MotoGP...