Análisis de Ultros, un metroidvania tan críptico como exuberante

Con la llegada de Ultros a PC, PS4 y PS5, muchos pensarán en “un metroidvania más”; nada más lejos de la realidad. Ultros, obra de los suecos Hadoque -estudio compuesto por artistas de todo tipo, incluyendo el ilustrador de Hotline Miami conocido como El Huervo-, apuesta todo una dirección artística única, que juega constantemente con la psicodelia, el impresionismo y el misterio, tanto narrativo como visual. Y el resultado es, cuanto menos, llamativo y cautivador a partes iguales, logrando la atención del jugador desde el minuto uno gracias a su exuberancia cromática. Veamos en nuestro análisis si Ultros logra posicionarse como una opción a tener en cuenta dentro de un género que empieza a mostrar una evidente saturación, pero que de vez en cuando nos deja alguna que otra joya. Y Ultros parecía reivindicar una destacada posición desde su primer y sorprendente tráiler de presentación; ¿será este el caso de este nuevo videojuego a cargo de los recién llegados Hadoque junto a Kepler Interactive?

Los misteriosos bucles del Sarcófago

Antes de que alguien se asuste ante el concepto de ‘bucle’, no, no se trata de un roguelike; no al menos en su concepción, a pesar de que Ultros presenta algún que otro elemento que pueda recordarnos al desarrollo de títulos como Dead Cells. Pero volvamos a al punto de partida; Ultros nos sumerge en un universo de ciencia ficción tan misterioso como críptico, en el que el jugador tendrá que ir descubriendo y entendiendo qué hacemos en este lugar perdido en el cosmos. Y es que nuestro avatar, un ser ágil que demuestra una sorprendente facilidad para el combate con espada, aterriza en una matriz cósmica perdida en el espacio. Una entidad gigantesca que recibe el nombre de Sarcófago y que bien podría representar la concepción de la vida misma; pero eso queda a la libre interpretación de cada uno.

Empezaremos sin apenas habilidades, con la necesidad de comprender qué hacemos ahí, hablando e interactuando con sus habitantes, además de enfrentarnos a toda clase de espeluznantes y coloridas criaturas. Todo ello a través de un planteamiento clásico en 2D con el desplazamiento lateral y la exploración como elementos básicos de la aventura. No en vano, los jugadores más experimentados rápidamente trazarán paralelismos con el desarrollo y la propuesta del título que dio nombre a este subgénero: Metroid. Y es que el objetivo de Ultros es hacernos sentir como su protagonista, sin saber qué hacer, qué hacemos realmente en este lugar, a través de una propuesta enigmática como ella sola. Se aprende experimentando y explorando, comprendiendo así las vicisitudes de nuestro entorno.

Ultros apuesta por las normas básicas del metroidvania, tales como las plataformas, el combate, la exploración de centenares y centenares de salas interconectadas -cortas pantallas de carga mediante-, evolución de habilidades y más. Sin olvidarnos de los diferentes jefes finales que pondrán a prueba nuestra pericia a los mandos. Pero Ultros va más allá; la alimentación será básica, tanto para nuestra supervivencia como para el desarrollo de las diferentes y muy variadas habilidades, relacionadas tanto con el combate como con la movilidad, además de los típicos aumentos de salud y más. Cada habilidad necesitará de ciertas cantidades de apéndices, partes clave obtenidas de los enemigos que podremos usar para unas cosas u otras, según el contexto y nuestras necesidades en cada momento.

Además, podremos usar estos elementos orgánicos a modo de semillas, para así hacer crecer diferentes plantas alienígenas que nos otorgarán otros nutrientes y nos abrirán nuevas rutas. Desde luego, el diseño de niveles de Ultros no responde en absoluto a la aleatoriedad y está netamente planificado para un desarrollo ameno que va evolucionando junto a nuestro protagonista. Y llegamos la característica clave de Ultros: los bucles. Y es que de primeras, y tras experimentar uno de estos reinicios, el jugador se sentirá extrañamente contrariado, dudando de la naturaleza propia de este videojuego. No obstante, poco a poco empezaremos a comprender su peculiar desarrollo, respondiendo así a una serie de bucles que tienen lugar tras alcanzar ciertos objetivos en la aventura.

En ese momento, todas las habilidades adquiridas de nuestro avatar desaparecen y despertamos de nuevo en medio del Sarcófago. Una mecánica tan original como curiosa que adapta el concepto roguelike a un desarrollo tradicional, para que así podamos ir descubriendo diferentes partes de un todo a través de nuestra propia evolución. Por suerte, la recuperación de habilidades ya conocidas es bastante ágil; además, podemos fijar algunas de ellas para retenerlas en cada nuevo bucle. Incluso podremos sacar partido de nuestras actividades como jardineros en ciclos anteriores, recogiendo nuevos frutos y descubriendo nuevas rutas previamente inaccesibles.

Aquí reside la clave de Ultros: la experiencia del jugador aplicada al descubrimiento continuo, llevando el concepto metroidvania a nuevos lares aún por desarrollar, a pesar del desconcierto generalizado que nos acompaña durante las primeras horas de juego. Aunque en el momento que entendemos cómo funciona el Sarcófago y todos los elementos que lo componen es cuando podemos empezar a disfrutar de tan misterioso aunque atrayente universo de ciencia ficción. ¿Y qué hay del combate? Pues bien, aquí Ultros no brilla tanto como en otros aspectos, ofreciendo unas sensaciones algo toscas en los enfrentamientos con la espada, con piruetas y esquivas incluidas. En términos generales, no ofrece toda la precisión que nos gustaría, llevándonos a la muerte en más ocasiones de la que nos gustaría; y no por falta de habilidad, precisamente.

Un exuberante y colorido universo sci-fi

Donde no podemos más que alabar el genial trabajo de Hadoque -en especial su artista El Huervo, creador del arte de las dos entregas de Hotline Miami- es en su apartado audiovisual. Cada pantalla de la aventura es un auténtico lienzo impresionista llevado a la más absoluta psicodelia sci-fi, con una paleta de colores que desprende vida en cada frame. Su sobrecarga de elementos visuales -muchos de ellos destruibles- contrastan solo con unos personajes algo justos en animaciones, dando como resultado una puesta en pantalla tan estimulante como sobrecogedora. Todo ello adornado con una banda sonora que sugiere y redunda a partes iguales.