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Top 10

Los mejores juegos de NES

Recordamos la emblemática consola 8 bits de Nintendo, cuna de sagas tan legendarias como Super Mario, Zelda, Metroid, Final Fantasy o Castlevania.

Los mejores juegos de NES

Nintendo Entertainment System nunca ha sido el nombre más práctico para referirse a una consola, razón por la que pronto muchos empezaron a referirse a aquella máquina 8 bits como “la Nintendo”. Ahora inescapable, entonces la compañía japonesa todavía era una desconocida para el gran público, y tampoco había necesidad de matizaciones extra para distinguirla de Super Nintendo, Nintendo 64 y demás sucesoras por venir. Pero entonces apareció Super Mario, empezó a saltar sobre Goombas, a golpear bloques, a entrar en tuberías, y puso todo patas arriba.

El mercado consolero floreció y en pocos años nacieron multitud de sagas que llegan hasta nuestros días. Los estudios de la propia Nintendo ya tenían algunos éxitos a sus espaldas (en especial la popular recreativa Donkey Kong), pero en NES dieron vida a licencias tan icónicas y variadas como Zelda, Metroid, Kid Icarus o Excitebike. Y bajo su cobijo (a veces demasiado estricto, aunque eficaz) compañías tan familiares para jugadores de hoy como pueden ser Capcom, Konami, Tecmo o Square también produjeron algunos de sus juegos más célebres. Fue una etapa marcada por el estreno y la consolidación de innumerables géneros, así que en MeriStation hemos decidido recordarla eligiendo a los diez mejores juegos de NES.

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10. Punch-Out!!

Varios años antes de que Street Fighter II estableciese los cimientos de la lucha uno contra uno moderna, un juego de Nintendo ya recreó a su modo la intensidad e incluso el componente táctico de los combates de boxeo. Al igual que Donkey Kong, Punch-Out!! es una de esas primerizas sagas que nació en recreativas antes de que Super Mario Bros. lograse establecer el dominio de la compañía en consolas, pero después la propuesta fue revisada (a pesar de compartir nombre con el original arcade, no se trata de un simple port) y alcanzó incluso más popularidad en NES. La entrega consolera introdujo a Little Mac, púgil de estatura caricaturesca que luchaba contra rivales mucho más grandes para no obstruir la visión del jugador.

El trabajo con el diseño visual era excelente teniendo en cuenta las limitaciones del hardware, pero Punch-Out!! fue mucho más que su animado aspecto. Cada contrincante tenía sus poses y rutinas, adelantaban ganchos que el jugador debía evitar para luego contraatacar y vaciar la barra que los enviaba a la lona. A medida que escalábamos por los campeonatos, los boxeadores se avalanzaban sobre Little Mac, la práctica y los reflejos se convertían en una necesidad para gestionar el medidor de fatiga (nosotros tampoco podíamos lanzar puñetazos al tuntún) y canjear por golpes poderosos las estrellas que conseguíamos al pillarlos desprevenidos. Si a eso sumamos la pegadiza (nunca mejor dicho) banda sonora y el sentido del humor, con descansos para apreciar las deformaciones de las caras y escuchar las amenazas de nuestro rival, el resultado era un clásico arcade perfectamente adaptado al salón de casa.

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9. Double Dragon II: The Revenge

Quizá la mejor prueba del legado de NES es que todas las compañías con juegos en esta lista siguen en activo más de tres décadas después. Todas, menos una. Porque la japonesa Technos se quedó por el camino, aunque no por eso vamos a olvidar la emblemática saga Double Dragon. Como en el caso de Punch-Out!!, el original se hizo primero un nombre en recreativas, erigiéndose como uno de los padres de los beat ‘em ups antes de llegar a NES en una versión personalizada, donde el estudio contrarrestó con bastantes cambios y un nuevo estilo visual la menor potencia de la máquina de Nintendo. Por desgracia, algo que no pasó el corte fue el cooperativo, ya que el multijugador se limitaba a jugar por turnos como en Super Mario Bros.

Es una carencia que tiempo después corrigió su secuela, razón por la que Double Dragon II se mantiene como uno de los juegos más recomendables de la consola y fue elegido para aparecer en NES Mini. Más allá del gancho multijugador, The Revenge tenía una selección de niveles propia, diferenciada de tanto el original como del Double Dragon II de recreativas, con mayor tendencia a introducir retos plataformeros con reminiscencias de sagas caseras como Mega Man o Castlevania, y también con una destacable variedad de localizaciones. Las calles y los rascacielos dominaban los primeros minutos, pero luego tan pronto nos dábamos de tortas en el interior de un helicóptero como en un bosque, sobre una excavadora gigante en marcha, en la fortaleza de un culto o incluso en otra dimensión (el juego no escapaba de los elementos esotéricos). Un clásico inolvidable, espacialmente si se jugó a dobles.

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8. Ninja Gaiden

Seguimos escalando con otra saga de origen arcade (aunque aquí fueron desarrollos en paralelo estrenados con apenas un par de meses de diferencia), pero convertida en leyenda en la 8 bits de Nintendo muchos años antes de que su reboot moderno la devolviese a la lucha por el trono de la acción. Los más veteranos seguramente recuerden que por aquel entonces, ya a principios de los noventa para el mercado europeo, el juego de Tecmo nos llegó renombrado como Shadow Warriors, pero hoy son pocos los que no se refieren a la primera aventura consolera de Ryu Hayabusa como Ninja Gaiden. Su historia, si bien sencilla como cabe esperar de la época y el género, en su momento despuntó gracias a la puesta en escena, con secuencias animadas que desvelaban poco a poco el argumento entre cada nivel.

Sus intrigas serían retomadas por las secuelas (Tecmo completó una trilogía que luego relanzaría a modo de recopilatorio mejorado en SNES), pero la primera entrega ya puso los cimientos con gran destreza y elevó la fórmula de acción con plataformeo que había popularizado Castlevania un par de años antes ´con uso de armas secundarias en clave de consumibles incluido— haciendo honor a la profesión de su protagonista. Como buen ninja, Ryu corría y atacaba a mayor velocidad, pero también podía trepar muros o impulsarse en ellos para saltar en la otra dirección mucho antes de que Mario incorporase ese movimiento a su repertorio. Eso sí, para contrarrestar semejante agilidad, Tecmo complicó las cosas añadiendo enemigos también más veloces, que aparecían constantemente y no daban tregua. La recta final se volvió infame por su dificultad, pero el resto del juego todavía es perfectamente disfrutable y le sirve para colarse entre los grandes de la consola.

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7. Final Fantasy

Otro de esos orígenes que ayudaron a escribir la historia del medio tal y como la conocemos es el de Final Fantasy. Al igual que Tecmo con Ninja Gaiden, Squaresoft tuvo tiempo a desarrollar tres entregas en NES, aunque solo una salió de Japón y ni siquiera esa llegó a Europa. Ahora, por suerte, podemos jugar a todas traducidas y con mejoras, pero la primera siempre ocupará un lugar especial por establecer convenciones que harían a la saga gigante a pesar de nacer a la sombra de Dragon Quest, pionero de los JRPG también estrenado en NES algo antes: la presencia de cuatro personajes visibles en combate (frente a la primera persona de otros RPG); su especialización en clases como luchador, monje, mago negro o mago blanco; la exploración de un norme mapa a pie o con vehículos como barco y barco volador; etc.

Los cristales como objetos mágicos a encontrar, un macguffin repetido en varias entregas clásicas y luego reinterpretado en las modernas, también tuvieron importancia aquí, justificando ir de aldea en aldea recabando pistas. Final Fantasy, como tantos juegos 8 bits, era bastante críptico, pero las pequeñas historias de cada zona (detener al caballero que había secuestrado a una princesa, derrotar a una banda de piratas que tenía en jaque a un pueblo portuario, recuperar el ojo de cristal robado por un rey elfo a una bruja...) hilaban un desarrollo argumental con más sustancia de lo normal en esa época. Añade por encima la genial banda sonora de Nobuo Uematsu, todavía majestuosa en su versión original chiptune, y es fácil entender por qué la saga creció hasta convertirse en uno de los grandes referentes del género.

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6. Castlevania III: Dracula’s Curse

Si bien franquicias como la ya tratada Ninja Gaiden o la todavía por aparecer (¡spoiler!) Mega Man dejaron claro que los estudios third party podían producir juegos tan buenos como los de Nintendo, Konami fue probablemente la primera compañía en demostrarlo gracias a Castlevania. La entrega original se estrenó en 1986 (en Japón, aquí tendríamos que esperar un par de años más) y no se trató de otro proyecto con raíces arcade adaptado, sino un plataformas de acción ideado específicamente para la consola, con monstruos como zombis, esqueletos, momias o cabezas de Medusa saliendo al paso del jugador mientras se abría camino a través del enorme castillo de Drácula. Su primera secuela, Simon’s Quest, fue controvertida al cambiar la estructura lineal por una exploración más abierta y críptica, pero la segunda, Dracula’s Curse, se encargó de retomar y potenciar las mejores ideas del original.

Castlevania III no solo apareció con mejores gráficos que sus antecesores, también bifurcaciones que permitían a explorar rutas alternativas en rejugados. De este modo se preservaba el estilo directo, evitando que el jugador merodease sin rumbo, pero no se descuidaba la longevidad y permitía planificar cada partida una vez familiarizados con los mapas. Otro aspecto clave fue la introducción de varios personajes jugables: las dos primeras entregas se había limitado a Simon Belmont, pero Dracula’s Curse nos dejaba encarnar tanto a su antecesor, Trevor Belmont (portador del emblemático látigo), como a una hechicera con poderes mágicos, un pirata con capacidad de caminar por los techos e incluso a Alucard, hijo del mismísimo Drácula que se podía transformar en murciélago. Solo uno de ellos podía acompañar a Trevor en cada partida (el control de ambos se alternaba pulsando un botón), algo que, de nuevo, servía para reforzar la rejugabilidad como su principal gancho.

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5. Mega Man 2

Lo habíamos adelantado y aquí está. Con seis entregas para elegir, Mega Man no solo fue una de las sagas más prolíficas de la época, también una de las que conservó mayor calidad a pesar de la inevitable repetición. Capcom dio con una fórmula ideal para la acción 8 bits, la posibilidad de entrar en cualquier orden a niveles basados en mecánicas asociadas a su jefe, y la revisó una y otra vez hasta que se quedó sin ideas o tiempo para seguir exprimiendo NES. Lo que hace de Mega Man 2 un punto álgido, a menudo destacado por encima del original y las otro cuatro secuelas, es que dio el primer y más importante salto cualitativo, mejorando la respuesta al control, aumentando de seis a ocho el número de jefes para escoger desde el menú inicial y planteando fases más elaboradas y diferentes entre sí a pesar de dicho incremento.

El uso de un cartucho más grande que el del primer Mega Man se hizo notar en la variedad visual y mecánica de las pruebas, e incluso en los jefes, que ahora también aparecían en forma de grandes criaturas mecánicas más allá de los robots clásicos (Metal Man, Quick Man, Wood Man, etc.). Otro apartado que recibió un empujón fue el musical: en el primer Mega Man, las melodías ya habían sido muy pegadizas, pero Mega Man 2 ofreció una banda sonora de primerísimo nivel, una de las mejores muestras de lo que se podía lograr con el hardware de 8 bits y su selección de temas aún se mantiene entre los más animados que han ambientado cualquier videojuego. Incluso cuando la dificultad apretaba demasiado —y lo hacía llegada la recta final en el castillo del Dr. Wily—, la música invitaba a seguir hacia adelante.

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4. Metroid

Metroid es un juego doblemente importante porque no solo dio el pistoletazo de salida a una de las sagas más longevas y queridas de Nintendo, la misma que está a punto de recibir su ansiada nueva entrega de scroll lateral superados los 35 años de existencia; también fue un capítulo clave en el establecimiento del metroidvania como género, término que naturalmente no se acuñaría hasta mucho más tarde (en aquel entonces Castlevania se dedicaba a otra cosa), pero tomó una de sus formas más puras durante la primera misión de la cazarrecompensas galáctica Samus Aran. La exploración del planeta Zebes ya habría conseguido destacar gracias a su arquitectura alienígena, las peligrosas criaturas nativas y la atmosférica banda sonora (otro de los grandes hitos musicales de la generación 8 bits), pero fue su peculiar sistema de progresión lo que le convirtió en un juego de verdad legendario.

Pese a la adopción de una perspectiva lateral y la abundancia de tiroteos, Metroid era una aventura tan o más cercana a Zelda que a shooters como Contra, ya que el intrincado diseño del mapa forzaba a recordar (y/o apuntar en un papel) la gran cantidad de caminos bloqueados a través de los que solo podíamos abrirnos paso tras conseguir mejoras permanentes como la morfosfera, los misiles o el salto doble. A su modo actuaban como las llaves de las mazmorras, pero de una forma más orgánica al abrir los accesos usando habilidades en vez de objetos. Por otro lado, la dificultad era bastante alta, sobre todo al inicio, lo que incentivaba peinar cada palmo del planeta para dar con mejoras opcionales como los tanques de energía, aumentos de vida que allanaban considerablemente la exploración y los combates contra su memorable trío de jefes: Kraid, Ridley y Mother Brain.

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3. Super Mario Bros.

Aunque después de su lanzamiento vino mucho y muy bueno, un repaso a lo mejor de NES siempre debe hacer una parada en Super Mario Bros., y a nosotros nos sirve para abrir el podio. No es la simple cuestión de su importancia para poner a Nintendo en el mapa: aunque la compañía tenía varios hits previos, Mario se convirtió en un fenómeno sin precedentes a la hora de mover consolas, secuelas, spin-offs y otros productos derivados. Es también una cuestión de su calidad vigente, lo bien que funciona su fórmula a pesar de lo sencilla que resulta al lado de los esfuerzos posteriores. Aunque los plataformas como género existían antes, el primer Bros. estableció el ABC del scroll lateral gracias al avance fluido de la pantalla, un control extremadamente preciso y un diseño de niveles estudiado casi al milímetro.

A pesar de la abundante reutilización de elementos en los escenarios, el juego se mantenía fresco e interesante nivel tras nivel gracias a la minuciosa introducción, escalada y variación de recursos como enemigos, obstáculos o power-ups. Los Goombas y los Koopas, las flores de fuego, los castillos de Bowser, los niveles acuáticos, las tuberías con acceso a pantallas secretas, las vidas ocultas, los atajos para saltar varios mundos de golpe... Miyamoto y compañía crearon un mundo plataformero fácil de entender y apreciar, pero que requería bastante tiempo para exprimir cada posibilidad, para encontrar cada secreto. Ahora parece sencillo y breve, sí, pero también resulta infinitamente rejugable. Al igual que las inolvidables melodías compuestas por Koji Kondo, Super Mario Bros. nunca pasa de moda.

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2. The Legend of Zelda

Décadas antes de que Breath of the Wild sorprendiese con su renovada libertad, el primer The Legend of Zelda hizo historia con un mundo grande y abierto, donde los jugadores se podían perder incluso aunque estuviesen bien encaminados hacia el siguiente lugar donde realizar alguna clase de progreso. La frase “It’s dangerous to go alone! Take this”, pronunciada por el anciano que nos entregaba la espada si nos adentrábamos en la cueva inicial, siempre ha encapsulado a la perfección su disposición ayudarnos con lo justo y necesario para luego dejar que nos buscásemos la vida por nuestra cuenta. Las mazmorras, si bien enumeradas, no tenían un orden de entrada estricto y podíamos acabar dentro de la tercera antes de pisar la primera. El mundo exterior ocultaba tantos secretos que prácticamente no había pantalla sin valor aunque a simple vista solo apareciesen enemigos deambulando.

A ojos modernos puede parecer demasiado difícil y obtuso, pero explorar Hyrule mapa en mano (incluido con cada copia del juego) era una aventura en el sentido más literal de la palabra. Tanto, que Nintendo decidió incluir por primera vez una pila en el cartucho para que guardásemos y reanudásemos la partida sin necesidad de contraseñas. El mundo escondía piezas de corazón, pociones y mejor armamento para recompensar al jugador minucioso; mientras que las mazmorras, si bien no cargadas de puzles tan ingeniosos como entregas posteriores, nos ponían a prueba con retos tan diferentes como hacer frente a una gran variedad de enemigos y jefes, empujar bloques para abrir nuevas rutas, usar bombas en lugares donde el mapa ingame revelaba salas adjuntas o iluminar estancias a oscuras usando la vela. Fue un producto de su tiempo, pero a la vez un juego tremendamente inspirador para el nuestro.

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1. Super Mario Bros. 3

Nunca hubo duda al respecto. Pocos juegos se han encaramado con la misma facilidad al trono de su consola como Bros. 3 ha hecho con NES. Siguiendo al éxito del primer Bros., Bros. 2 también gustó y triunfó, pero su condición de versión retocada de Doki Doki Panic (plataformas de Nintendo con un origen independiente) le impidió convertirse en ese siguiente paso evolutivo que muchos esperaban de una secuela. Con Super Mario Bros. 3, en cambio, fueron a por todas. No solo había más niveles, más variedad temática, más enemigos y jefes, más música y más power-ups. Todo ello, además, se desplegaba a un nivel consistentemente excelente y rodeado de ideas nuevas, como mapas de mundo con rutas ramificadas y minijuegos para conseguir vidas o trajes que podíamos almacenar y canjear en cualquier fase.

La pluma que concedía orejas y cola de mapache a Mario sirvió para dar mayor verticalidad a las fases e incluir más secretos. Pero a pesar de la mayor cantidad de contenido, Bros. 3 también se movía a mejor ritmo, optando por niveles breves que explotaban rápidamente conceptos únicos antes de moverse al siguiente. El traje de rana agilizó las secciones acuáticas, y la experimentación revelaba infinidad de pequeños descubrimientos, como el deslizamiento por rampas para llevarse por delante a los enemigos sin sufrir daño o el uso de grandes zapatos a modo de montura. Fue una concatenación perfecta entre la experiencia acumulada tras años diseñando juegos para la misma plataforma y la creatividad alimentada por tener todavía un horizonte inmenso de ideas sin explorar. Por eso no hay otro juego como Bros. 3 (ni siquiera entre los Mario 2D), y por eso merece el puesto número uno.

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