“Sin medallas, no vuelven”
El taekwondo, con Adriana Cerezo, Adrián Vicente, Elena Benítez y grandes expectativas, da forma a la segunda entrega de los ‘Encuentros Olímpicos’ de AS.
Adriana Cerezo todavía no ha revivido su final en los Juegos Olímpicos de Tokio, en los que estrenó el medallero español con una plata. “He visto muchas veces los últimos 15 segundos... y eso es horrible. Cuando gane en París, ya me veré el vídeo entero”, dice. Este jueves, fue una de las protagonistas en los ‘Encuentros Olímpicos’ de AS, una serie que se extenderá hasta los próximos Juegos (del 26 de julio al 11 de agosto) y que contará con la presencia de buena parte de los representantes españoles en la cita francesa. La gimnasia, con otro subcampeón olímpico presente, Ray Zapata, abrió el telón y en la segunda entrega, Adriana, con su inseparable sonrisa, estuvo acompañada por una de las grandes sensaciones del año, Adrián Vicente, y la directora técnica de la Real Federación Española de Taekwondo (RFET), Elena Benítez. Con ellos, se sentaron a hablar el director de AS, Vicente Jiménez, y el redactor jefe de la sección de Más Deporte, Jesús Mínguez.
“Pueden caer oros. El nivel está. A ver si podemos superar a los de Londres”
En el ambiente, se respiró optimismo. Mucho. “Todos tienen que volver con medalla. Si no, no vuelven”, llegó a bromear Benítez. “Tengo muchas esperanzas. Se lo van a dejar todo y tenemos el nivel, un grupo muy fuerte. No van a participar, van a ganar”, prosiguió la directora técnica, ya sin risas de por medio. Tanto Adriana (20 años) como Adrián (24) tienen asegurada su presencia en París. Junto a ellos, también tiene plaza Javier Pérez Polo. Cecilia Castro, en los Preolímpicos europeos (1 y 2 de marzo, en Berlín), es la única opción que queda para ampliar la nómina de representantes. “Si vamos tres, firmamos tres medallas. Si vamos cuatro, cuatro. Vamos a por ellas y las vamos a conseguir”, se sumó Vicente. “Opino lo mismo. Casi que es más difícil clasificarse que sacar medalla. Y creo que, más allá de medallas, pueden caer oros. El nivel está. A ver si podemos superar a los de Londres (tres medallas) para echárselo en cara”, completó Cerezo en tono jocoso. “No te pido que lo superes, iguálamelo”, cerró Elena contribuyendo al buen rollo de la conversación.
En total, el taekwondo ha aportado siete medallas olímpicas a España. Desde que entró en el programa, en Sídney 2000, siempre ha sido una de las bazas más fiables en la búsqueda de metales. Londres 2012, justamente, fue la gran explosión, con oro de Joel González y platas de Brigitte Yagüe y Nico García. Antes, había llegado la plata de Gabriel Esparza. Después, en Río, repitió Joel (bronce) y se estrenó Eva Calvo (plata). Adriana, con su carisma y su furia, esa que se disfraza tras la apariencia de una simpática niña, completó la colección con esa plata que aún no ha revivido. “Son momentos de tantas emociones que son hasta difusos. Fue la mejor experiencia de mi vida. Sobre todo, a nivel deportivo. Y también una de las peores. En nuestro caso, la pata es perder el oro. En atletismo, quedas segundo y celebras lo que has conseguido. Aquí, la plata la tienes desde hace horas, pero el oro lo pierdes en ese momento. Creo que todo pasa por algo y la experiencia está ahí”, recordó este jueves sobre Tokio.
Jóvenes y talentosos
Adrián Vicente también estuvo en Japón. Cayó en cuartos de final y llegó tras mucho ruido. La RFET le eligió por delante de Jesús Tortosa, el español mejor posicionado en el ranking en aquel momento. “La comisión técnica me eligió a mí y acepté como competidor que soy. En la polémica, me mantuve en silencio y trabajando”, recordó sobre aquel episodio. “Teníamos que elegir entre dos muy buenos. Uno, en ese momento, estaba en mejor estado que el otro. No fue una decisión fácil. Gestionar esa presión es un acto de madurez”, ensalzó Elena Benítez. “Adriana también fue una apuesta arriesgada, venía de ser júnior. Había mucho talento y taekwondo en ellos, lo vimos y apostamos. Ahora, ya tienen la experiencia. No es llegar de nuevo. Lo harán siendo mucho más maduros y, además, compiten el primer día. Eso anima mucho al resto del equipo. Siempre van ellos primero, compiten, ganan y el resto quiere ir detrás”, añadió la directora de la federación.
Desde entonces, el talento se ha desbordado. 2023 es la mejor muestra. Tanto Adriana (-49 kg) como Adrián (-58) subieron al podio de los Mundiales, celebrados el pasado mayo en Bakú. Alcalá de Henares, localidad natal de ambos, parece tener la poción mágica del taekwondo. Los dos ocupan la tercera posición del ranking olímpico en sus respectivos pesos. Ella, en total, esta temporada, se ha colgado diez medallas internacionales; él, nueve. Señalan el 7 de agosto, el día que competirán en París, como “un día muy especial para el deporte español”. “Nos toca abrir la lata porque somos los pequeños y los bajitos. De momento, estamos funcionando los dos. Espero que siga siendo así”, deseó Vicente, que este año ha sumado muchas victorias de prestigio. El tunecino Jendoubi, actual número uno, y los coreanos Jang y Park son sus principales competidores. En el caso de Cerezo, los peligros llegan, principalmente, por Tailandia (Wongpattanakit, su verdugo en Tokio) y Turquía (Dincel, su bestia negra particular).
Un modelo de éxito
En el Grand Prix final de la temporada, que reunía a los 16 mejores de cada peso, España fue el país con más representantes, con 12. Y volvió con cinco medallas. Adrián y Adriana, como de costumbre, abrieron la lata con dos platas. Luego, siguieron Javier Pérez Polo (-68kg), con otro segundo puesto que supuso su clasificación olímpica, Iván García (+80 kg), que se quedó a un solo combate de París 2024, y Hugo Arillo (-58 kg), ambos con bronces. “Tenemos deportistas con mucho talento y entrenadores de mucho nivel. Eso se nota. Somos una potencia. Somos muy buenos. Cada uno, en su parcela, da lo mejor de sí. Toda esa suma y hace que salgan estos resultados. El Grand Prix final ha sido el broche de oro (tuvo lugar a principios de mes) a una temporada explosiva. Nos pone en órbita a nivel mundial. Estamos arriba. Y ya no hay potencias tan, tan hegemónicas”, celebró Elena Benítez.
Tras los éxitos, se halla un modelo cuidado y pormenorizado. Cada categoría de peso y cada deportista requieren unas atenciones. La RFET lo tiene claro. Sus núcleos de trabajo se ubican en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid y de Sant Cugat, pero no se limitan a ellos. Los clubes, “que funcionan muy bien”, también tienen un peso importante. No son entidades incompatibles. De hecho, se retroalimentan. Vicente, que entrena en el CAR de Madrid bajo las órdenes de Miguel Ángel Herranz, y Cerezo, que se mantiene bajo la tutela de Jesús Ramal, del gimnasio Hankuk, son el mejor ejemplo. “Son dos entornos muy buenos. A cada uno, lo que le va mejor, buscando la especificidad. Desde que entré en la federación, hemos buscado esta línea de trabajo. Si algo funciona, mejor no tocarlo”, desarrolló la directora técnica de la federación, que este año ha organizado 46 desplazamientos del equipo entre concentraciones y competiciones, “un ritmo estratosférico”.
“Tenemos deportistas con mucho talento y entrenadores de nivel. Somos una potencia”
El día a día, además, se ha visto catalizado por los programas Team España del Consejo Superior de Deportes, una inyección económica para el ciclo olímpico (48 millones a repartir entre todos los deportes) que, en el caso del taekwondo, se ha notado. “Es el extra necesario para esa medalla olímpica. Ese fisio más, ese campeonato más, ese sparring de más nivel, etc. Ha sido muy importante y ojalá siga después de los Juegos”, valoró Benítez. “Los pequeños detalles marcan la diferencia. El empujón se ha notado bastante y, posiblemente, es lo que nos ha hecho estar aquí”, resumió Adrián. Como Adriana, y pese a su corta edad, ya se ha tenido que adaptar a la era de los petos electrónicos, “más objetivos pese a que a veces ves cosas que no entiendes”, y al sistema de al mejor de tres parciales (antes se sumaban los puntos totales), “que te hace estar al 100% en cada asalto”. Los dos sienten que tienen margen de mejora, pero intuyen que llegarán “en el esplendor” a París. Esta vez, para ser actores de una película completamente redonda. De las que se ven una y otra vez.