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WATERPOLO

En una piscina de la Toscana

Hace 31 años la Selección femenina de waterpolo disputó su primer partido internacional y abrió el camino a uno de los deportes más exitosos en la última década.

Primer partido oficial de España.
Joan Monfort

En la segunda noche de agosto de 2013, la Selección femenina de waterpolo llegó a la cima. Jennifer Pareja levantó el trofeo de campeona del mundo, un título forjado en la piscinas Picornell de Barcelona en un campeonato mágico, batiendo a Estados Unidos, Australia y Hungría, repitiendo podio un año después de colgarse una plata olímpica en Londres. En ese cajón estaba Ona Messeguer, tenaz jugadora del CN Mataró, currante en el equipo exitoso de Miki Oca. En la grada, su madre y su tía, Lidia y Laura Flaqué, pioneras en la década de los 80, testigos del primer partido de la Selección femenina de waterpolo, disputado este mismo día de 1989.

En aquella época pre Barcelona 92, España estaba en el vagón de cola del waterpolo femenino. Mientras en 1985 se celebró el primer Europeo y en 1986 el primer Mundial, curiosamente en Madrid, aquí no se había ni creado el campeonato de España. Solamente en Cataluña desde comienzos de los 80 se vieron los primeros partidos femeninos gracias a la pasión de algunos clubes. En 1988 se celebró el primer torneo estatal y en 1989 se aceptó la invitación, a contrarreloj, para crear una selección nacional y participar en el Torneo Porto Santo Stefano de Italia. “Lo impulsamos, era una oportunidad, pero nuestros esfuerzos estaban puestos en el waterpolo masculino”, se sincera Quim Pujol, director deportivo en aquel momento, que debía lidiar con la generación de oro masculina, plata en Barcelona 92.

Pujol nombró seleccionador a Gaspar Ventura, conocedor del waterpolo catalán, quien seleccionó a las jugadoras más destacadas. En total acudieron 13 de seis equipos. “Apenas nos conocíamos. Era la primera vez e íbamos con mucha ilusión”, admite Empar Ballbé, del CN Catalunya, una boya de 1,60m. “Recuerdo que me marcaba una jugadora que era tres veces Maica García. Era un waterpolo más exigente, acabábamos asfixiadas los partidos”, ilustra Margarita Puig, la única internacional en sincro (estuvo a punto de ir a Los Ángeles 84) y waterpolo.

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A las 9:50 del día 15 salió el avión rumbo a Roma. En él también acudió el árbitro Ángel Moliner. “Cada país llevaba uno”, recuerda Flaqué, quien nunca olvidará “la cena de delegados y entrenadores en medio del pueblo, con unas mesas que montaron a la intemperie, y todos los vecinos en los balcones viéndonos. Fue un momento divertido”. En el agua, España debutó ante Italia, una de las mejores selecciones del momento, y cayó 2-11. Después, perdió 4-8 ante Francia. El último día ganó a Estados Unidos por 8-3. La portera Montserrat Cereza fue nombrada la mejor del torneo.

"No es normal que una semana antes nos comunicasen que podíamos acudir a jugar estos partidos y que llegásemos a Italia con un solo día de entrenamiento conjunto, porque la falta de acoplamiento se notó sobre todo en el primer partido. Si nos dan más tiempo estoy segura de que podemos mejorar porque ganas no nos faltan", dijo la propia guardameta después de aquella experiencia. "Después de jugar el campeonato de España sobre el 10 de junio, anunciaron el nombre de las convocadas por megafonía", recuerda Montserrat Cabanes. Lidia Calomardo recibió esta carta con fecha día 12 de junio.

El tiempo ha borrado de la memoria de estas pioneras más detalles de aquel encuentro que apenas recoge la prensa de la época. Un debut que resultó residual en la historia acuática. “Para nosotras fue un premio por nuestra dedicación tantos años”, apunta Lidia Calomardo. “Nos sentimos pioneras”, relata Flaqué, que acudió de delegada porque “le envié una carta a la federación ofreciéndome para ayudar a esta selección. He estado vinculada hasta 2008. Jugué con mi hermana y mi último partido fue ver a mi hija colgarse una plata en un Europeo”, detalla la ex jugadora. Aquel torneo en Santo Stefano fue el final de una década de lucha para el waterpolo femenino, que rompió cliches acuáticos y se abrió paso entre las olas.

El equipo de waterpolo, en Porto Stefano.
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El equipo de waterpolo, en Porto Stefano.Joan Monfort

“¿Habéis dicho chicas?”

Josep Ramon Costa-Jussa es uno de los periodistas más ligados a la natación desde hace cuatro décadas. En 1976, cuando empezaba su carrera en Ràdio Sabadell, acudió como delegado del equipo de waterpolo a un torneo en la ciudad holandesa de Haarlem. “Un día nos invitaron a ver un partido de la liga femenina. Recuerdo que les obligamos a repetir lo que nos habían comentado. ¿Habéis dicho chicas? Vimos el partido y no lo hacían nada mal”, comentó Costa Lluçà. El intrépido periodista hizo fotografías de aquel descubrimiento. Cuando llegó a Sabadell se las mostró a Domènec Regués, delegado, a quien se le metió en la cabeza que el club debía tener un equipo de waterpolo femenino.

La idea de que las mujeres no podían jugar a waterpolo se había extendido en España. Como recoge el libro ‘Historia del waterpolo femenino español (1981-2016)’, “grandes personalidades del waterpolo mundial, como nuestro admirado Bandy Zolyomy (seleccionador en dos etapas de 1948 a 1972 y modernizador del waterpolo en España), no consideraron que las mujeres podían jugar a este deporte debido a que el carácter rudo del waterpolo no encajaba con la delicadeza femenina”.

Lidia Calomardo, que en sus inicios en el CN Molins de Rei encontró “facilidades”, da otra clave: “No creo que fuera por una discriminación, sino porque ningún club había apostado o había tenido la idea. Pero cuando empezó el primero, llegaron más clubes rápidamente".

El equipo femenino, en Italia.
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El equipo femenino, en Italia.Joan Monfort

“Entrenábamos a las 22:00, cuando la piscina estaba vacía”

Una percepción o un cambio, como señala Calomardo, que fue cambiando después de esa experiencia y de ver cómo su práctica empezaba a expandirse por el mundo. Junto a Reguès, también se unió Joan Alled, del Mediterrani, y en 1981 se tuvo en cuenta a las mujeres para la práctica del waterpolo: un partido entre solteras y casadas en el club de Sants que acabó 7-2 se considera el primero jugado entre chicas.

Una de sus primeras jugadoras fue Montse Cabanes, hoy en día madre de dos waterpolistas y una árbitra internacional. “En 1978 dejé la natación debido a su exigencia. Pero, a través de una amiga, regresé a los pocos años al agua para hacer waterpolo, en Molins de Rei”, comenta. La semilla se propagó y se instauró el primer campeonato de Cataluña, con clubes como Montjuïc, Sabadell, Catalunya, Poble Nou o Barceloneta.

Otra de las primeras protagonistas fue Empar Ballbé, boya de la Selección hasta 1993 y jugadora del CN Catalunya desde 1982. “Un socio del club, Quim Grau, decidió crear un equipo de waterpolo. Y me apunté. Entrenábamos cuando nos permitían tener piscina”, recuerda, lo mismo que atestigua Lidia Flaqué en el Montjuïc: “Empezamos las tres hermanas Silvestre (su hermano Manuel fue portero de la Selección), otras chicas, mi hermana y yo. Jugábamos una liga catalana y entrenábamos a las 22:00, cuando ya nadie estaba en la piscina. Le poníamos mucha voluntad”.

Lidia Flaque
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Lidia FlaqueJoan Monfort

Madrid organizó el primer Mundial de Natación en el que se incluiría el waterpolo femenino, pero la Real Federación Española de Natación no aprovechó el evento para potenciar el suyo, aún sin reconocimiento. No hubo selección española, aunque al menos aquella experiencia sirvió para que en 1988 se celebrarse el primer campeonato español, formado principalmente por equipos catalanes.

"Ganamos el primer campeonato de España al CN Catalunya por 5-3 en los penaltis", recuerda Calomardo, de Molins de Rei, en un partido disputado en la misma piscina olímpica de la localidad barcelonesa. Después de aquellos años de disparidades, en la que los jugadores de waterpolo podían cobrar entre 3.000 y 6.000 euros mensuales en su época dorada y las chicas nada, en 1993 lograron participar en el primer Europeo, en Leeds, donde quedaron novenas. "Nuestra preparación ya fue profesional. Nos cuidaban la alimentación, visualizábamos los partidos. Estuvimos dos meses antes entrenándonos", advierte Cabanes.

Pero para aquella época, apenas quedaban pioneras. Muchas de ellas habían dejado el agua para ser madres, incluso Cabanes siguió jugando después de tener dos hijos. "Nosotras jugábamos por afición", explican. "Hacíamos horas extras porque queríamos mejorar y entrenábamos con los chicos", añade Puig. Unas pioneras que, hoy en día, ven con admiración los triunfos de la Selección femenina, que inició su andadura el 16 de junio de 1989 en la ciudad de Grossetto, en una piscina de la Toscana, una historia predestinada al éxito.