WATERPOLO | GWANGJU 2019

El día que España perdió los nervios con Hungría en Corea

En los Juegos de Seúl, en 1988, un 'biscotto' entre la selección magiar y Estados Unidos dejó fuera a una Selección masculina en crecimiento.

Corea del Sur
ARCHIVO AS

La Selección masculina de waterpolo se mide este miércoles a las 04:10 de la madrugada (hora española) a Hungría, en el segundo partido de grupo del Mundial de Gwangju y el que decidirá la primera plaza. España, Hungría y Corea del Sur guardan una historia curiosa y dramática 31 años después. En los Juegos Olímpicos de Seúl, en 1988, la España de los Manel Estiarte, Jesús Rollán, Toto García, Jordi Sans o Chava Gómez, entrenada por aquel entonces por Toni Esteller, estaba realizando un torneo impoluto, directa a semifinales del torneo pese a perder ante Yugoslavia en la fase de grupos por solo un tanto de diferencia.

En la última jornada, derrotaron por tres goles a Grecia y acudieron a las gradas de la piscina olímpica a ver el desarrollo del Hungría-Estados Unidos. Para pasar a semifinales, algo que en aquella época hubiera sido histórico para España, ambos conjuntos debían empatar o Hungría debía ganar por más de dos goles. Y el encuentro, igualado en todo momento, llegó a falta de 15 segundos 9-9. Los españoles ya se veían en la siguiente ronda, eufóricos en las gradas porque no quedaba tiempo para un triunfo americano.

Pero el partido tuvo un desenlace imprevisto. A Estados Unidos, por medio de su estrella Schroeder, le sobraron hasta tres segundos para llevar el balón a la red magiar. Algo imposible en el waterpolo si el rival no ejerce una pasividad pasmosa. La secuencia desató la ira de los jugadores de Esteller, que ante aquel ‘biscotto’ (algunos jugadores comentaron que Hungría podía haber pactado con Estados Unidos dejarse ganar en caso de no tener opciones en la última posesión del encuentro) fueron directos, grada abajo, a recriminarle la actitud a los húngaros. La delegación española tuvo que frenarlos y calmarlos ante aquel esperpento.

Al día siguiente, el seleccionador no se cortó. “Estamos muy dolidos con los húngaros por su actitud al final del encuentro, cuando dejaron meterse un gol que en condiciones normales nunca debía haber subido. A falta de 15 segundos y en igualdad, es imposible marcar. Es incomprensible que uno de sus jugadores quedara clavado en medio de la piscina y el portero se quedó quieto tras el lanzamiento”. Un capítulo que, a la postre, demostró que España había aumentado el nivel a las puertas de Barcelona ’92, cuando se colgó la plata en las Picornell.

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