Eddie Debartolo entra en el Hall of Fame
El propietario más exitoso en la historia de la franquicia quedará inmortalizado el sábado en el Salón de la Fama.
En sus veintitrés años al frente de los 49ers Eddie DeBartolo Jr., nieto de inmigrantes italianos, condujo la franquicia como si fuera una “familia” y no un “negocio”. Su relación con los jugadores, especialmente los de sus primeros años, trascendió la habitual entre jefe y empleado. Cuando Eddie te invitaba a su casa de Youngstown, Ohio, los jugadores acudían sin pensárselo dos veces por los carísimos regalos que recibían allí.
Tras una de estas comidas en 1983 triplicó los sueldos de Joe Montana y Dwight Clark sin consultar con Bill Walsh, head coach y general manager. Pronto acudieron a la puerta de Walsh Ronnie Lott y muchos otros con demandas contractuales y San Francisco se convirtió rápidamente en la plantilla más cara de la NFL. A Eddie D nunca le importó pagar las facturas, ya fueran en forma de desorbitados salarios, aviones y hoteles de primera clase para los desplazamientos fuera de casa (con un día extra cuando eran a la Costa Este) e incluso contratar un equipo especial de cocina para asistir en los vuelos y que los jugadores estuvieran perfectamente atendidos en todo momento.
“El mejor propietario de todos los tiempos”. Esas palabras las dijo Jerry Rice el día de su entrada al Salón de la Fama en 2010. Eddie fue su presentador, al igual que hizo con Charles Haley, Fred Dean, Joe Montana y Bill Walsh cuando a cada uno le llegó la hora de ser inmortalizado en Canton, Ohio.
A DeBartolo le hubiera gustado que el legendario entrenador le introdujese este sábado. Su relación con el fallecido head coach fue una de muchos picos y valles. En las victorias nunca hubo mejor director técnico para Eddie que Walsh, algo que proclamó infinidad de veces en los medios. Sin embargo, cuando llegaron las derrotas, el temperamento italiano que corre por sus venas salía a florecer.
En tres ocasiones muy claras estuvo al borde de despedirle. La primera fue tras caer en la final de conferencia de 1983 en Washington. Eddie encargó a su mano derecha, Carmen Policy, que al día siguiente llamara a Walsh y le despidiera. Policy, conocedor del carácter volátil de su amigo, esperó a que Eddie se calmara y olvidase lo que dijo al día siguiente. La llamada telefónica nunca llegó a producirse e incluso Walsh no supo hasta años más tarde que DeBartolo le había querido echar.
La segunda y más espectacular se produjo en 1986 tras una derrota en Nueva Orleans, cuando Joe Montana y su suplente, Jeff Kemp, estaban lesionados y tuvo que liderar al equipo el tercer QB, Mike Moroski. Eddie había estado bebiendo y viendo el partido en los vestuarios del Superdome. Furioso por el resultado lanzó su copa al televisor. Cuando los jugadores llegaron todavía había piezas de cristal por el suelo. DeBartolo empezó a gritarles y después centró su ira en Walsh. Éste lo empujó hacia la sala de entrenadores y le dijo allí que no increpara a los jugadores que estaban dando el máximo. Eso enfadó aún más al propietario que ordenó a Walsh a traer su abogado al día siguiente para hablar de su contrato. Walsh regresó a San Francisco sin saber si tendría un trabajo a la mañana siguiente. De nuevo Policy fue el encargado de calmar las aguas, retrasando la reunión un día. Al final no la llegó a convocar y su jefe no se lo recordó. Así pasó esa tormenta.
Para los playoffs de 1987 los 49ers eran los grandísimos favoritos para sumar el tercer título de la década. Sin embargo, los 8-7 Minnesota Vikings se plantaron en San Francisco y dominaron el choque de divisionales en una de las tardes más nefastas de Montana. DeBartolo estaba convencido, había llegado el momento de cortar de una vez por todas con Walsh. La historia se repitió, pero con un giro de guión inesperado. Policy sí llegó a informar al head coach de la decisión del propietario, no obstante le ofreció una renovación de contrato y un aumento de salario. Cuando el ejecutivo le sugirió a Eddie D que extendiera el contrato de Walsh le gritó: “¿Estás de coña? Te mando a echar al tío y tú le subes el sueldo?” Policy recordó a su amigo todos los éxitos de los 49ers con Walsh al mando y que lo mejor sería que continuase en la franquicia.
Finalmente, Eddie aceptó. Walsh siguió en la bahía y los niners ganarían un sorprendente campeonato en 1988. Después llegarían dos más. El cambio de la década trajo a un DeBartolo más maduro que comprendió mejor la maquinaria de una franquicia NFL. Sin embargo, una pléyade problemas legales le terminarían desposeyendo de su gran joya.
Los 49ers fueron la franquicia modélica de la liga durante dos décadas, implementando novedades estratégicas sobre el campo y organizativas fuera del mismo. Bill Walsh estuvo al frente de todas ellas y Eddie DeBartolo Jr. fue el encargado de que se pudieran ejecutar. Las chispas de sus conflictos encendieron “fuegos productivos” para el equipo y al final se convirtieron en grandes amigos. Walsh eligió a Eddie para presentarle en el Salón de la Fama y en 2007, en sus últimos días de batalla contra la leucemia, DeBartolo fue uno de las pocas personas que Walsh llamó para ver por última vez.
Con todos sus defectos Eddie DeBartolo sólo quería una cosa, ganar títulos. Los 49ers ganaron cinco bajo su mandato y por eso su entrada al Hall of Fame es completamente merecida.