El amor por el béisbol de Saul Steinberg
El genial dibujante afirmaba que para comprender Estados Unidos era necesario estudiar el béisbol, algo que hizo él mismo en primera persona.
El bebe que vio la luz por primera vez en la pequeña Ramnicu Sarat, Rumanía, fue llamado Saul por sus padres. El pequeño siempre estuvo en estrecho contacto con el arte, ya que su hermana destacaba en esa disciplina, su padre tenía un negocio de impresión y fabricación de cajas y su madre le hacía unos pasteles que le parecían demasiado hermosos como para comérselos. Cuando le llegó la oportunidad de ir a la universidad, estudió un año de filosofía en Bucarest y se marchó al Regio Politécnico de Milán para, en 1940, convertirse en arquitecto. Mientras se formaba, comenzó a colaborar con la revista satírica Bertoldo y el dinero que ganaba le servía para costearse la carrera y la comida. Pero la aprobación de la ley antisemita hizo que abandonara Italia y emigrara a la República Dominicana. En el país caribeño aprendió el idioma con el que, posteriormente, intercambiaría impresiones con Picasso y enviaba sus dibujos a publicaciones extranjeras, entre ellas La Codorniz. Tras un año en la isla, el semanario The New Yorker apadrinó su visado y allí empezó una relación que duró toda la vida.
Steinberg, que nunca se afilió a ninguna corriente artística, compartió galería con Newman o Pollock y formó parte de la exposición “Fourteen Americans” del museo de arte moderno de Nueva York. A mediados de la década de los cincuenta recibió un encargo de la revista Life, acompañar a los Milwaukee Braves durante parte de la temporada. No dudó en aceptar el encargo, aunque ese deporte no formaba parte de la cultura en la que había crecido.
Lo primero que hizo fue comprarse dieciocho libros sobre el pasatiempo nacional. Sus allegados decían que aprendió todo sobre el béisbol a través de esa mirada suya de avidez romántica, con la que miraba todas las cosas americanas. Sabiendo ya dónde se encontraba el plate, en 1955, se unió a los Braves a los que acompañaba hasta en los partidos fuera de casa.
Los estadios le parecían enormes, los jugadores le parecían héroes y villanos, en una contienda observada por ancianos hombres vestidos como niños con pájaros en el pecho, pero lo que más le llamó la atención fueron los catchers y su curiosa armadura. Al terminar los partidos, entraba tímidamente en el vestuario, saludaba a los jugadores en silencio, estrechándoles la mano y con una reverencia y se marchaba a dibujar.
De aquella experiencia surgió una colección memorable de dibujos que ilustraron el reportaje “Steinberg at bat”, de la revista Life. Jugadores con la camiseta de calentamiento, estadios, managers…hasta él adquirió esa actitud lacónica y reposada del jugador de béisbol, que puede cambiar en cualquier momento por una brillante acción. Además, quedó tan prendado del deporte que en su apartamento veía los partidos en televisión con un guante de receptor. Para Steinberg el béisbol era un juego alegórico sobre Estados Unidos de complejo, poético y sutil valor.
Steinberg realizó para The New Yorker más de 1200 dibujos y noventa portadas. El arquitecto que jamás diseño un edificio y que formó parte de la división encargada de la guerra psicológica caricaturizando a Hitler, falleció en 1999 en su apartamento próximo a Park Avenue. Con motivo del 15 aniversario de su muerte, The New Yorker le rindió un homenaje dedicándole la portada. El dibujo elegido fue el cátcher de los Milwaukee Braves, con su máscara y protecciones, secundado por el árbitro. Seguro que Steinberg hubiera elegido el mismo.