LLegó el Valencia y mandó a parar

Este año tenemos unos magníficos cuartos de final de Copa, y bien que lo estábamos necesitando. Desde la irrupción de las eliminatorias a partido único, muchos grandes se habían dejado pillar por sorpresa, y a estas alturas de competición no quedaba casi ninguno. Este año es otra cosa. Un efecto péndulo les ha hecho de nuevo interesarse por esta competición clásica, que tan decaída veíamos. El empujón final vendrá cuando se decida enviar al campeón directamente a la Champions, pero ese es un tema difícil, que no depende de la Federación (Villar es muy favorable), sino de la UEFA.

Pero mientras eso llega bien está que la prestigie el interés de nuestros grandes. Ese cúmulo de equipos de campanillas en el bombo presagiaba alguna eliminatoria estrepitosa. Pues ya la tenemos: la que enfrente a los dos primeros de la Liga, la que despierta la última gran rivalidad de nuestro fútbol. El Valencia, tan sólido como para pegar el zapatazo que pegó en El Sadar, impresiona mucho al madridismo. Ayer, cuando salió la bola, fue cuando de verdad se acabaron las fiestas para más de uno. Los aerotaxis tendrán que buscarse otros clientes durante un par de semanas.

Está claro: el Madrid tiene que volver a trabajar. La imagen de las dos primeras semanas ha sido calamitosa. En el club se sabe y se han empezado a emitir mensajes en ese sentido: la valdanina, una sesión presuntamente feroz de Queiroz ante las cámaras, una entrevista en la web del club con Zidane, la cara más respetable para este tipo de cosas. No sé lo que habría de sincero o de propaganda en estas señales, pero lo que sí está claro es que el Valencia es suficiente rival como para que se den por oficialmente acabadas las fiestas, que bastante han durado para algunos.

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