Un modelo aplicado sin convicción

El plan del Madrid es ya casi siempre ganar con el mínimo esfuerzo. Salvo partidos excepcionales y honrosas excepciones (ayer, Figo y Míchel Salgado, que se dieron una gran paliza) el ritmo del equipo es trotón, fiado en su portero y en su pegada. Va demasiado de sobrado y no le sobra tanto. Porque son once tan justos, que en cuanto falta uno (anoche era Beckham) ya parece un coche en tres cilindros. Y no veo a Queiroz dispuesto, ni mucho menos, a refrescar con la cantera ese once tan justito, que se come todos los minutos por muy estrepitosos estados de baja forma que se detecten.

Por cierto: este periódico cree en la cantera y en el proyecto de Zidanes y Pavones, por mucho que las críticas al papelón de Éibar hayan hecho pensar a alguien que no. Pero un proyecto tan atractivo y tan arriesgado exige un mejor criterio para llevar la cantera, y más fe para aplicarlo. A veces da la sensación de que sólo Florentino cree en esto y que le siguen la corriente pero sin convicción. Cosas como lo del portero del B, el volteretazo con Rubén y Núñez, ahora cambiados por Mejía y Juanfran, o el ostracismo de Portillo hacen pensar que el Madrid en verdad sólo tiene media plantilla.

El plan del Madrid era el de siempre: que Casillas salve cuatro o cinco, que Ronaldo se dé tres carreras, una de ellas con gol, y que Raúl meta otro en cualquier barullito... Pero ni lo uno, ni lo otro, ni lo tercero. Casillas salió con fosfenos en los ojos, quién sabe si como consecuencia del palizón de Ipurúa, y falló. Una, dos y tres veces, y la tercera fue gol. Con Ronaldo no se podía contar ayer. Y Raúl estuvo en la boca del gol dos veces, pero las dos se le escaparon: consecuencia, ganó la Real, que salió muy temerosa y fue a más, en seguridad y en fe, según avanzaba el partido.

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