Al Ghandour, instructor de la FIFA

Nuestro viejo conocido Al Ghandour ha sido nombrado por la FIFA instructor de árbitros para África. No podían haberlo encontrado mejor, por lo que sabemos de él. Porque contra lo que los aficionados de buena fe piensan, los árbitros que prosperan en las alturas no son tanto los que no se equivocan o se equivocan poco, sino los que saben equivocarse. Y saber equivocarse es equivocarse a favor del que conviene. El que conviene es según quién en según qué caso, y en casi todos los casos está muy claro. Por ejemplo, en Corea conviene equivocarse a favor de Corea.

Eso sí: hay que saber equivocarse. No se pueden pitar penaltis fuera del área. Tiene que parecer un accidente. Por ejemplo, si hay un gol de cabeza en un salto en piña entre defensas y delanteros, se anula y ya está, porque seguro que ha habido empujones que se pueden utilizar como pretexto. La sorpresa para Al Ghandour fue que en aquel gol de Helguera no apareció ningún empujón, por muchas vueltas que le dimos a la moviola. Pero eso fue una rareza. Al Ghandour hizo lo que procedía: equivocarse a favor de Corea. Si luego resultó que nadie empujó a nadie ¿qué culpa tenía él?

También hará carrera el costarricense que levantó el banderín cuando el balón de Joaquín pisaba la raya. ¿Qué son unos pocos centímetros en la inmensidad del planeta? ¿Qué significan frente a la gran alegría que el paso de Corea a semifinales proporcionaba a Chung Mong Joon, vicepresidente de la FIFA y capo de la Hyundai? El arte de esos pequeños errores, siempre políticamente correctos, es lo que hace que los árbitros prosperen. Los que simplemente arbitran bien no lo tienen tan fácil, porque cuando se equivocan se equivocan imparcialmente. O sea, que no son de fiar.

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