El sentimiento conservador antimadridista

Ayer publicamos en la portada de este periódico la fotografía de Jauregi zarandeando a Dani. Una mano le estiraba la camiseta por encima del hombro, el otro brazo se le cruzaba por delante del pecho. Para muchos ha bastado, para otros, no. La explicación improvisada a botepronto, sobre la confusión de las imágenes de televisión y la aplicación de leyendas previas, se adecúa mejor a sentimientos previamente concebidos: Dani es un granujilla y, por supuesto, nadie quiere que la Real Sociedad gane la Liga, así que se aprovecha la ocasión para pitar penalti.

Y como culpable de fondo aparece el Madrid, al que se supone gran beneficiario. El mismo Madrid al que dos horas antes no le habían concedido un gol legal que le hubiera venido de perlas para empatar su peor partido del año. El mismo Madrid que tiene tantos puntos como el Valencia, el campeón, y sólo tres más que el Depor, campeón de Copa, a los que nadie mira. La melonada de Jauregi, transformada en atropello arbitral por los que no quieren mirar la foto, es un paso más en el imaginario de favores al Madrid, que se ha construido sobre bulos como éste.

Ese es el gran lastre del fútbol español: el Madrid como excusa, el Madrid como fantasma, el Madrid como fobia. Es un viejo sentimiento nacido al calor del barcelonismo más negligente y que muchos han comprado, a despecho de cualquier análisis. Por ejemplo, a despecho de la evidencia de que un peso welter zarandea a un peso pluma en el área y se gana con ello un penalti. ¿Que antes agarraron a Kovacevic? Claro que sí. Sólo que el árbitro no lo vio. A Jauregi sí le vio y Jauregi fue un cebollino por hacer lo que hizo. Y el que quiera engañarse al respecto, que lo siga haciendo.

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